Recorrer el Camino Lebaniego en Cantabria, en busca del valle escondido que custodia las reliquias de la Vera Cruz desde que fueron traídas a España en el siglo VIII, es una experiencia en sí misma. Los peregrinos caminan a través de costas escarpadas y valles verdes y apacibles hasta las cumbres nevadas, donde la brisa del mar se encuentra con el aire fresco de la montaña.
Este encuentro entre el mar y la montaña es la característica que define la peregrinación a Santo Toribio de Liébana.
San Vicente de la Barquera: mar y montaña
La peregrinación suele comenzar en San Vicente de la Barquera, un pueblo costero con vistas al mar Cantábrico. El aire salino y el olor a pescado fresco nos reciben desde el primer momento. Pero antes de iniciar la primera etapa del camino que lleva a Cades (28,5 kilómetros) es obligatorio probar la gastronomía local.
Sin duda, la ocasión requiere marmita de bonito. Este guiso de pescado, preparado con patatas, cebollas y especias, es un clásico de la cocina costera del Cantábrico. Cuenta la leyenda que los pescadores de bonito del Cantábrico reponían fuerzas con este contundente y sabroso plato tras una larga jornada en el mar. Después de la marmita, hay que probar uno de los postres más famosos de Val de San Vicente: el corbate, deliciosas tiras de hojaldre cubiertas de glaseado y almendras.
Cades: en el corazón de Liébana
Dejamos el mar y nos adentramos en el hermoso Valle de Liébana. En Cades, un pequeño pueblo rodeado de vegetación, espera al peregrino una experiencia culinaria más rústica, que evoca un estilo de vida sencillo y saludable. Dado que aún tenemos que caminar 30,5 km para llegar a la siguiente etapa, reponer fuerzas con una buena comida es una buena idea.
Aquí, en Cades, el plato principal es el quesuco de Liébana, un queso de leche de vaca prensada de sabor intenso y ligeramente picante. Este queso, elaborado según antiguas tradiciones, marida a la perfección con una rebanada de pan de centeno y un sorbo de sidra local, la bebida cántabra por excelencia.
Cabañes: un oasis de sabor en Liébana
En Cabañes, el tiempo parece detenerse. En este lugar, la cocina es un ritual y el cocido lebaniego es su protagonista indiscutible. Este sabroso y nutritivo plato se elabora con ingredientes sencillos: alubias blancas, patatas, berza, chorizo, tocino y hueso de jamón. La lista de ingredientes es suficiente para abrir el apetito.
El cocido lebaniego se siente como un cálido abrazo -desde dentro-. Se dice que los pastores de Liébana hacían el cocido en grandes ollas de barro y lo compartían alrededor del fuego después de un largo día de trabajo. Hoy en día, muchos restaurantes de Cabañes ofrecen la oportunidad de disfrutar de este plato en una versión ligeramente modernizada, pero manteniendo intactas las tradiciones.
Además del cocido, en Cabañes también se puede encontrar quesuco de Liébana. Muchas familias siguen elaborando este queso según antiguas recetas, utilizando leche cruda de vaca y madurándolo en cuevas naturales. El quesuco de Cabañes se caracteriza por su textura firme y su sabor intenso y ligeramente picante.
La última etapa de la ruta es la más corta (sólo 13,7 km). Pero antes de salir a la carretera, no deje de probar la repostería de las panaderías locales. El pan de escanda, un pan rústico y sabroso, marida con los quesos y embutidos locales.
Las delicias monásticas de Santo Toribio de Liébana
Una vez en Santo Toribio de Liébana podrás visitar el monasterio y admirar las reliquias del Lignum Crucis. Pero para terminar tu viaje con una nota aún más alta, asegúrate de disfrutar de una buena comida según la tradición cántabra.
No te pierdas los frisuelos de Liébana: crepes finos, dorados y fragantes que son una especialidad local. Elaborados con harina de trigo sarraceno y leche, se deshacen literalmente en la boca. Servidos calientes con una generosa cucharada de miel de Brezo, de sabor intenso y ligeramente amargo, crean un contraste de sabores perfectamente equilibrado. Son perfectos para empezar el día.
Para los que no quieren renunciar al postre, no pueden faltar los canónigos. Postre tradicional lebaniego, elaborado con una base de natillas ligeras y aterciopeladas, se cubren con una capa de azúcar glas y se decoran con una hoja de hierbabuena. Se dice que fueron creados por los monjes del monasterio de Santo Toribio, que los ofrecían a los peregrinos que necesitaban un poco de consuelo. Hoy en día, estos dulces se siguen elaborando según las recetas originales.
Delicias para cada estación
La cocina cántabra es bastante estacional, por lo que dependiendo de cuándo peregrines a Liébana, podrás experimentar sabores diferentes.
- Primavera: La primavera es la estación de las hierbas silvestres como las ortigas y los dientes de león, que se utilizan para hacer tortillas y sopas. También es la época en que se recogen los primeros espárragos, un maridaje perfecto para sus carnes a la brasa.
- Verano: El verano es la estación del pescado fresco, como las sardinas y los bocartes, que se preparan a la plancha o fritos. No faltan los productos de la huerta, como tomates, pimientos y berenjenas.
- Otoño: El otoño es la estación de las setas, como los porcini y los chiodini, que se utilizan para elaborar diferentes platos a base de arroz y sopas. Las castañas se asan o se utilizan en postres.
- Invierno: El invierno es la estación de los platos contundentes como el cocido lebaniego y el potaje, una sopa pesada a base de legumbres y verduras. También es época de embutidos como el chorizo y la sobrasada, todo ello acompañado de un buen vaso de vino tinto.
El Camino de Santo Toribio le espera en Cantabria, con su belleza natural y su riqueza cultural y espiritual. Eso sí, no dejes de probar todos los platos locales que puedas ¡Buen Camino!
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