Hay lugares que no aparecen en las listas de destinos imprescindibles. No están llenos de selfies ni de restaurantes con estrellas. Kushinagar, en el estado de Uttar Pradesh, es uno de ellos. Y sin embargo, para millones de budistas, este modesto pueblo es el final sagrado de un camino milenario: aquí, el Buda alcanzó el Mahaparinirvana, la liberación definitiva tras la iluminación. Un lugar donde no pasó nada estridente, pero ocurrió lo esencial: una muerte en paz, bajo los árboles, tras haberlo dicho todo.
¿Qué hace especial a Kushinagar?
Kushinagar no está marcado por eventos sobrenaturales, sino por el silencio. Aquí no se busca curación ni revelación, sino una conexión profunda con el sentido de la muerte, la compasión y el fin del viaje. El Buda, sabiendo que su tiempo llegaba, eligió este rincón del norte indio para descansar definitivamente. Su paso por la ciudad fue sereno, y su enseñanza final, una lección sobre la existencia.
Hoy, Kushinagar forma parte de los cuatro lugares sagrados del budismo, junto con Lumbini (su lugar de nacimiento), Bodh Gaya (iluminación) y Sarnath (primera enseñanza). Pero aquí no se celebra el inicio, sino el final. Y eso lo convierte en un destino profundamente humano, incluso para quienes no siguen la vía budista.
En tiempos del Buda, Kushinagar (entonces Kusinara) era parte del reino de los Malla. Tras su muerte, los reyes organizaron su cremación y repartieron las reliquias. El lugar se convirtió en centro de peregrinación y fue mencionado por monjes chinos como Faxian y Xuanzang. Con la decadencia del budismo en India, cayó en el olvido hasta que arqueólogos británicos lo redescubrieron en el siglo XIX. Hoy, el gobierno indio y varios países asiáticos apoyan su conservación y promoción.
Una ruta para caminar en silencio
El recorrido por Kushinagar se puede hacer en uno o dos días. Es un paseo físicamente sencillo, pero emocionalmente intenso. Las distancias son cortas, los espacios están rodeados de jardines y los monumentos invitan más al recogimiento que a la contemplación estética.
Templo del Mahaparinirvana
El corazón de la visita. En su interior reposa una estatua de seis metros del Buda reclinado, tallada en piedra arenisca rojiza en el siglo V. Representa el momento exacto de su paso al nirvana. Su expresión es serena, los devotos caminan descalzos a su alrededor dejando flores, velas, oraciones en voz baja. No es raro ver lágrimas. El templo fue restaurado en 1956 y conserva un aire de devoción viva.
Stupa del Parinirvana
Detrás del templo se alza esta gran estructura de ladrillo, tradicionalmente considerada como el lugar donde reposaron las reliquias del Buda. Envuelta en jardines, tiene una geometría simple que parece contener siglos de plegarias. El silencio aquí es casi palpable.
Stupa de Ramabhar
A 1,5 kilómetros del templo principal, este montículo circular cubierto de hierba marca el lugar donde fue cremado el cuerpo del Buda. Es un lugar abierto, sin adornos, pero profundamente evocador. Al amanecer o al atardecer, cuando la luz dora los ladrillos antiguos, es fácil sentir que el tiempo se ha detenido.
Santuario de Matha Kuar
Un rincón más discreto, pero no menos significativo. Aquí se encuentra una estatua sedente del Buda, con la mano tocando la tierra en el gesto de la iluminación. Se dice que pronunció aquí su último sermón. El lugar está menos concurrido y ofrece un espacio íntimo para la contemplación.
Templos internacionales
Kushinagar es también una muestra de la diversidad del budismo. Países como Tailandia, Japón, Sri Lanka y Vietnam han construido templos en sus propios estilos: tejados dorados, pagodas, jardines de meditación. Recorrerlos es hacer una pequeña vuelta al mundo espiritual.
Museo arqueológico
Aunque modesto, el museo ofrece contexto: esculturas, sellos, reliquias halladas en las excavaciones que redescubrieron Kushinagar en el siglo XIX. Ideal para comprender la dimensión histórica del lugar.

Consejos prácticos para el viajero curioso
- Cómo llegar:
La ciudad más cercana es Gorakhpur (50 km), con estación de tren y aeropuerto nacional. Desde allí se puede tomar taxi o autobús. En 2021 se inauguró el Aeropuerto Internacional de Kushinagar, con vuelos desde Delhi y algunos países asiáticos como Sri Lanka y Tailandia, especialmente durante temporadas de peregrinaje. Es recomendable comprobar la disponibilidad de vuelos al planificar el viaje.
- Cuándo ir:
De octubre a marzo el clima es más suave, ideal para caminar y visitar los templos con comodidad. Abril y mayo pueden ser extremadamente calurosos, y de junio a septiembre es temporada de monzón. En Buddha Purnima (abril/mayo), la ciudad se llena de peregrinos y se celebran rituales y festivales especiales.
- Dónde alojarse:
Hay hoteles de gama media cerca del templo principal, como Lotus Nikko o Royal Residency, que ofrecen servicios pensados para turistas y grupos de peregrinos. Algunos monasterios, como el tailandés o el japonés, ofrecen alojamiento básico para visitantes, aunque se recomienda contactar previamente. También se puede dormir en Gorakhpur y realizar una excursión de un día.
- Cómo moverse:
Las principales atracciones están a poca distancia entre sí. Se puede recorrer la ciudad a pie, en bicicleta o en rickshaw (tanto de pedales como motorizados). Las caminatas al amanecer o atardecer son especialmente recomendables.
- Comportamiento en los templos:
Kushinagar es un lugar de peregrinación activo. Es importante mostrar respeto por los espacios sagrados y sus visitantes: se aconseja vestir de forma modesta: ropa que cubra hombros y rodillas, y descalzarse antes de entrar en cualquier templo o santuario (llevar calzado fácil de quitar ayuda).
Es oportuno también mantener un tono de voz bajo o silencio absoluto, sobre todo dentro del Templo del Mahaparinirvana, evitando interrumpir oraciones, meditaciones o ceremonias. Se pueden hacer fotos en la mayoría de los lugares, pero sin flash y evitando fotografiar a los monjes o peregrinos sin permiso.
Kushinagar no está diseñado para deslumbrar. Su fuerza está en la serenidad. Es un espacio para recordar que el silencio también tiene voz, y que el fin de un camino puede ser tan revelador como su inicio. En un mundo que corre, Kushinagar invita a detenerse. A mirar hacia dentro. A despedirse con paz.