Recorrer la Ruta Jesuítica o experimentar el Camino de las Misiones (una propuesta alternativa a lo largo de 750 kilómetros a través de tres países sudamericanos que visita siete sitios declarados Patrimonios Culturales de la Humanidad por la UNESCO) es mucho más que un viaje turístico o la propia inmersión en la memoria profunda de Paraguay, país ubicado en América del Sur. Es que a través diversas sendas y caminos a lo largo de cientos de kilómetros queda latente aquello de auténtica “peregrinación espiritual” que también invita a la reflexión y contemplación.
En efecto, de la mano de la Ruta Jesuítica en Paraguay, el peregrino tiene la gran oportunidad de sumergirse en la historia viva de los antiguos pueblos misioneros y empaparse del legado que han dejado los jesuitas -famosa orden religiosa fundada por Ignacio de Loyola en el Siglo XVI- entre los guaraníes (pueblo originario).
Para ello, además de un mapa que permita seguir el itinerario, la primera recomendación es ponerse ropa cómoda, llevar agua (lo propio con otros elementos básicos para el viaje) y disponerse a ingresar en lo que muchos también han denominado como un verdadero tránsito por la “tierra sin mal”.
Villa Florida, ciudad perteneciente al departamento de Misiones a orillas del Río Tebicuary y ubicada a unos 160 kilómetros de Asunción (capital paraguaya), puede ser considerada como el punto de partida de la Ruta Jesuítica. Es ahí donde se encuentran varios pueblos de origen jesuítico guaraní como San Ignacio Guazú, Santa María de Fe, Santa Rosa de Lima y Santiago Apóstol.
Es en esa zona de Paraguay donde el peregrino aprecia el logo de la de la Compañía de Jesús (distintivo de la Ruta Jesuítica) que lo recibirá para un traslado solo comparable en belleza, contenido histórico, religioso y hasta de naturaleza, tal cual afirman los propios promotores de la ruta, con el famoso Camino de Santiago en España.
En sitios como San Ignacio de Guazú -la primera ciudad en ser fundada, en 1609, por los jesuitas españoles Marcial de Lorenzana y Francisco de San Martín (aunque fue el criollo padre Roque González de Santa Cruz –primer santo paraguayo- el que la afianzó porque hablaba guaraní y enseñó a los demás sacerdotes)- es posible vislumbrar la Iglesia San Ignacio de Loyola.
Pero el peregrino también se encontrará en esos pueblos con museos y sorprendentes tallas en madera policromada de imágenes religiosas. Por ejemplo, el Museo Diocesano de Arte Barroco en San Ignacio de Guazú, un sitio de referencia a la hora de contactar con las maravillosas representaciones del barroco hispano guaraní, algo que fue posible de la mano de los jesuitas en Paraguay.
A unos 15 kilómetros de distancia, ya en Santa María de Fe, además del contacto con artesanos locales (se destacan los trabajos en lana y lino), el peregrino también podrá conocer el Museo Diocesano de Arte Jesuítico Guaraní de Santa María de la Fe, que guarda la particularidad de ser uno de los edificios antiguos mejor conservados del departamento de Misiones. De forma paralela, el recorrido ofrece la posibilidad de ubicar algunas pintorescas estancias que ofrecen servicio de alojamiento y hasta la posibilidad de participar de actividades propias de la granja, tal cual agregan los promotores de la Ruta Jesuítica.
En otro de los pueblos misioneros, en Santa Rosa de Lima (a unos 28 kilómetros de Santa María de Fe), aparecen otros atractivos para los peregrinos como la Iglesia de Santa Rosa de Lima, reconstruida tras un incendio en 1883, así como la cercana Capilla de Loreto, que alberga magníficas obras de arte jesuita (la capilla ha sido reacondicionada como el museo más pequeño de la Ruta Jesuítica).
Posteriormente, en el otro de los pueblos de Misiones como Santiago Apóstol – ubicado a unos 28 kilómetros de Santa Rosa de Lima y reconocido como “el corazón más puro de la tradición misionera” y caracterizada por ser una de las misiones más pequeñas, el itinerario se puede completar con la propia Iglesia de Santiago Apóstol construida hace más de 300 años, además del Museo Diocesano de Arte Saco Jesuítico Guaraní de Santiago, posicionado cerca de la iglesia, que complementa la experiencia cultural de exhibir estatuas, pinturas y vestigios de la antigua iglesia.
Es en esa zona, también a unos 15 kilómetros del casco urbano de Santiago Apóstol, donde emerge un verdadero “oasis espiritual” para cualquier peregrino o visitante de la Ruta Jesuítica: el Monasterio Benedictino Tupâsy María, el primero de este tipo (masculino) en Paraguay que fue fundado en 1984.
Al lugar es posible acudir tanto acompañado como de manera solitaria debido a la presencia de un espacio de hospedería para peregrinos y turistas. Por otra parte, además de un lugar propicio para el silencio y hasta con un templo donde se puede apreciar la imagen de Benito de Nursia joven (algo no tan común), la zona que rodea el monasterio invita a caminatas. Es en ese lugar donde también es posible adquirir productos elaborados por los propios monjes.
La magnanimidad de las Misiones Jesuíticas
Otra etapa del itinerario de la Ruta Jesuítica está ubicada en el departamento de Itapúa, sitio ubicado a poco más de 200 kilómetros de Misiones y a casi 400 kilómetros de la capital Asunción, por lo cual es recomendable llegar hasta la zona a través de algún medio de transporte, instancia que también sirve de excusa para contemplar un bello paisaje natural.
Es en Itapúa donde se encuentran otros cuatro pueblos de origen jesuítico guaraní como San Cosme y San Damián; Santísima Trinidad del Paraná; Jesús de Tavarangüe, y Encarnación de Itapúa, lugar donde cobró protagonismo la figura del padre jesuita y único (hasta ahora) santo paraguayo San Roque González de Santa Cruz.
Es en Itapúa donde el peregrino podrá vislumbrar parte del legado más famoso de los jesuitas en América del Sur: las Misiones Jesuíticas Guaraní con lo que representa la magnificencia y belleza de los remanentes arquitectónicos del conjunto de las reducciones y en particular algunas que hasta han sido declaradas por la UNESCO patrimonio mundiales de la humanidad como la Misión Jesuítica Guaraní de Jesús de Tavarangüe, que se destaca por ser una de las «expresiones más completas del urbanismo jesuítico» (uno de los aspectos más llamativos es que esta misión hubiera tenido una de las iglesias más grandes de la región).
Lo propio la Misión Jesuítica Guaraní de Santísima Trinidad del Paraná, que es considerada como «la más grande y mejor conservada» de las reducciones establecidas en la Provincia Jesuítica del Paraguay entre los siglos XVII y XVIII. Entre estas dos misiones hay unos 16 kilómetros de distancia.
Un poco más alejada (también en Itapúa), a unos 116 kilómetros de Santísima Trinidad de Paraná, se encuentra la Misión de San Cosme y San Damián, que se destaca por buena conservación de las ruinas, una imponente colección de imágenes talladas por guaraníes y jesuitas, además de un colegio jesuítico que se mantiene en pie desde aquella época y representativo del resto de las reducciones. Pero al mismo tiempo esta misión es reconocida por rol protagónico del jesuita Buenaventura Suárez, quien llegó al lugar desde Santa Fe (Argentina) en 1703 e inició estudios y trabajos sobre astronomía, aspecto que lo hizo famoso también en Europa.
Por último, con respecto a estas misiones, un dato a tener en cuenta es que cada una cuenta con un diseño y atractivo particular; además de ofrecer al peregrino experiencias especiales que van desde la posibilidad de un recorrido cultural nocturno de “Luces y sonidos” (Misión de Santísima Trinidad), y el espectáculo de video mapping 3D en la Misión de Jesús de Tavarangue. También la oportunidad de apreciar el firmamento en el Centro de Interpretación Astronómica Buenaventura Suárez dentro de la Misión de San Cosme y San Damián.
En tanto, en medio de estas misiones, otro lugar ineludible que forma parte de la Ruta Jesuítica es la propia ciudad de Encarnación (ubicada a más de 300 kilómetros de la capital Asunción y sitio fronterizo con Posadas en Argentina), la tercera en tamaño y poderío económico de Paraguay. También conocida como “La Perla del Sur”, es precisamente la capital de la Ruta Jesuítica y del departamento de Itapúa.
En la ciudad de Encarnación uno de los sitios más destacados para los peregrinos y visitantes es la propia catedral de Encarnación, una de las edificaciones más importantes que han acompañado el desarrollo de la ciudad. Es en Itapúa, a unos 14 kilómetros de Encarnación, donde también se destaca otro de los puntos más pintorescos de la Ruta Jesuítica: el Santuario de la Virgen de Itacuá, un sitio de referencia en cuanto a la paz, la belleza del paisaje y la oración en Paraguay.
Finalmente, continuando el recorrido, y como eventual última etapa del itinerario de la Ruta Jesuítica, el peregrino se tendría que trasladar a través de algún medio de transporte hasta el departamento de Alto Paraná, sitio ubicado a poco más de 230 kilómetros de Encarnación. Es en ese lugar donde se puede contemplar extraordinarias bellezas naturales tales como majestuosas reservas y saltos de agua, entre ellas Salto del Monday, lugares que para muchos hasta hacen recordar, por sus paisajes, a la película “La Misión” (film británico de 1986 dirigido por Roland Joffé e interpretado por Robert De Niro, Jeremy Irons, Ray McAnally y Aidan Quinn) y algunas escenas conmovedoras (a pesar de que no ha sido el lugar exacto de la filmación) como cuando un religioso es arrojado a las cataratas por los indígenas.
Todo esto en medio de un ambicioso itinerario que se complementa no solo con la disposición de los peregrinos, sino también con la posibilidad de ponerse en contacto de primera mano con las más variadas artesanías, cómodos alojamientos. Pero también con una deliciosa gastronomía, al igual que la simpatía de guías entusiastas, gente hospitalaria, eventos pintorescos y atractivos inigualables. Esto –y más- es lo que confirma a la Ruta Jesuítica en Paraguay como una auténtica experiencia de peregrinación por la “tierra sin mal”.