Cada año, en el duodécimo día de Rabiʿ al-Awwal, Argelia se transforma. Las velas iluminan las antiguas medinas, los tambores resuenan en los ksour del desierto y los niños, vestidos con terciopelo y bordados, desfilan rumbo a estudios fotográficos.
Pero más allá de la abundancia culinaria y de los trajes tradicionales, el Mawlid en Argelia encierra un aspecto menos visible: El movimiento de las personas, tanto simbólico como físico. En ciudades y desiertos por igual, el Mawlid se convierte en una red de pequeñas peregrinaciones que conectan hogares, cementerios, zawiyas y mausoleos.
Este festival anual no es solo una conmemoración del nacimiento del profeta Mahoma: Es también un viaje ritual, a menudo repetido por generaciones, que revela hasta qué punto la cultura del peregrinaje está arraigada en el paisaje espiritual argelino.
De los cementerios a las zawiyas: El Mawlid como camino ritual

La temporada del Mawlid suele comenzar con una forma local e íntima de peregrinación. En zonas tanto rurales como urbanas, las familias visitan los cementerios para rezar por sus difuntos: un acto de recuerdo cargado de intención sagrada. Estas visitas no son marginales, sino que establecen el tono de una ética comunitaria que entrelaza vivos y muertos en un espacio espiritual compartido.
A partir de ahí, las celebraciones se trasladan a hogares y mezquitas, donde se organizan halqas devocionales: círculos de dhikr, relatos piadosos y cánticos colectivos. Estas reuniones suelen centrarse en las zawiyas, albergues religiosos ligados históricamente a cofradías sufíes.
En las tierras altas y ciudades del norte de Argelia, la peregrinación a una zawiya durante la noche del Mawlid sigue siendo una práctica profundamente arraigada. Estos lugares funcionan como centros rituales y educativos, y vinculan a los fieles a través de la historia oral y el linaje espiritual.
El Sboûa de Gourara: Una peregrinación sahariana reconocida por la UNESCO
La expresión más visible del peregrinaje durante el Mawlid se da en el Sahara, donde el Sboûa — una procesión religiosa de siete días que atraviesa los ksour (pueblos fortificados) de la región de Gourara — representa una rara conjunción de movilidad, herencia y devoción.
Con centro en Timimoun, el Sboûa moviliza comunidades enteras que caminan hacia el mausoleo de Sidi El Hadj Belkacem, una figura del siglo XVII cuya zawiya ha sido un referente religioso durante siglos. Lo que acontece es una peregrinación con coreografía: delegaciones de caminantes, músicos y portadores de banderas recorren varios pueblos antes de llegar a la zawiya. El último día, miles de personas convergen en procesiones donde se recita, se danza y se comparte comida. Algunos caminan decenas de kilómetros, recorriendo un camino aprendido desde la infancia.
Pero no es un mero espectáculo. El Sboûa sigue un protocolo oral preciso, transmitido por ancianos tribales y líderes de zawiyas. Las mujeres participan preparando comidas comunitarias y moliendo grano en rituales silenciosos pero esenciales.
La inclusión del Sboûa en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO en 2015 subraya su singularidad: una peregrinación estacional que reafirma los lazos comunitarios, la memoria geográfica y la temporalidad ritual en el vasto y árido sur argelino.

Las micro-peregrinaciones del Mawlid: Una nación en movimiento
Lo que el Sboûa manifiesta en el Sahara sucede, a menor escala, en todo el país. El Mawlid genera un flujo de personas: De los centros urbanos a las zawiyas rurales; de los suburbios a los pueblos ancestrales; de casa en casa, en visitas a los mayores y comidas compartidas; y de la memoria infantil al ritual adulto, cuando los nuevos padres llevan a sus hijos, vestidos con trajes tradicionales, a repetir los mismos caminos que ellos recorrieron.
Así, el Mawlid se convierte en una peregrinación nacional de proximidad: un movimiento vasto que no siempre implica grandes distancias, pero que crea circuitos espaciales de pertenencia. Estos bucles anuales —del cementerio a la cocina, de la zawiya al hogar— forman lo que el antropólogo Michel de Certeau podría llamar “historias espaciales”: movimientos que dan sentido al lugar, la memoria y la identidad.
Fechas cambiantes, significado cíclico
El calendario islámico lunar garantiza que el Mawlid se desplace a través de las estaciones: se adelanta once días cada año. Este desplazamiento temporal otorga un ritmo cíclico a los movimientos similares a una peregrinación. Su llegada se anuncia con señales estacionales: sube el precio del pollo, los pasteleros se abastecen de sémola y almendras, y las calles se llenan de sonidos y aromas.
Sin embargo, cada año se repite el mismo recorrido – ya sea hacia Timimoun, una tumba familiar o una zawiya del barrio. Esta repetición ritual a través de estaciones cambiantes otorga al acto una sensación de permanencia
Peregrinar y celebrar
En Argelia, el Mawlid difumina la frontera entre celebración y camino. Encierra la idea de una peregrinación sin distancia: un conjunto de circuitos rituales que conectan a los argelinos con la historia sagrada, la geografía local y la memoria colectiva. Ya sea a pie por las llanuras saharianas o mediante costumbres en el seno del hogar, el Mawlid en Argelia se convierte en una peregrinación de la presencia, que revela cómo el movimiento y el patrimonio cultural se entrelazan en el tejido vivo de la nación.