La Basílica de San Patricio, antigua catedral, llamada cariñosamente Old St Pat u Old St Patrick, se alza en Mulberry Street, en el Lower Manhattan. Es la reliquia de una época en la que los inmigrantes católicos de Nueva York luchaban por hacerse un hueco en una ciudad dominada por las élites protestantes.
No es un lugar de peregrinación en el sentido tradicional, pero atrae a visitantes – especialmente fans de Martin Scorsese – que la reconocen por Mean Streets (1973) y otras películas. Durante generaciones, sirvió de punto de encuentro para inmigrantes irlandeses e italianos, comunidades que se enfrentaban entre sí a pesar de tener dificultades comunes.
La división entre los católicos neoyorquinos

En el siglo XIX y principios del XX, la población católica de Nueva York creció rápidamente, alimentada primero por la inmigración irlandesa y luego por la italiana.
Sin embargo, incluso dentro de la Iglesia, estos grupos permanecían separados. El clero irlandés dominaba la archidiócesis de Nueva York, que abarcaba Manhattan, mientras que los obispos italianos eran asignados con más frecuencia a la diócesis de Brooklyn.
Los irlandeses, que habían llegado antes y escalado posiciones sociales y políticas, tendían a considerar a los italianos como recién llegados que aún no se habían asimilado. Mientras tanto, los inmigrantes italianos solían resistirse a la autoridad de los sacerdotes irlandeses y preferían sus propias costumbres y prácticas religiosas.
La antigua catedral de San Patricio, terminada en 1815, fue la primera catedral católica de Nueva York y la sede de la archidiócesis hasta 1879, cuando se inauguró la nueva catedral de San Patricio en la Quinta Avenida. Para entonces, los barrios circundantes se estaban llenando de inmigrantes italianos, y la parroquia pasó de estar dirigida por irlandeses a hacerlo por italianos.
A pesar de las tensiones entre estas comunidades, compartían una historia de resistencia al sentimiento anticatólico predominante en la América del siglo XIX. Ambos grupos se enfrentaban a la discriminación de la élite protestante de la ciudad, que los consideraba no aptos para la plena ciudadanía.
En este contexto, San Patricio – tanto la antigua como la nueva – se convirtió en algo más que una iglesia. Era un símbolo de la resistencia católica en una ciudad que a menudo marginaba el catolicismo como algo extraño.
Scorsese y Old St. Patrick

Pocos cineastas han captado el mundo de los inmigrantes católicos de Nueva York tan vívidamente como Martin Scorsese. Criado apenas a pocas manzanas de Old St. Patrick, Scorsese creció en el mundo aislado y a menudo violento de los enclaves italoamericanos.
De niño asistió a la escuela de la parroquia y absorbió su historia y su ambiente. Cuando rodó Mean Streets, su película revelación, Old St. Patrick se convirtió en una localización clave.
Una de las escenas más famosas de la película tiene lugar en el interior de la antigua catedral. Charlie (Harvey Keitel), un gángster de poca monta atrapado entre la fe y el crimen, entra en la iglesia buscando algún tipo de redención.
La escena es una clase magistral del estilo de Scorsese: luz tenue, velas parpadeantes, el rostro de Keitel con una mezcla de devoción y duda. La iglesia no es sólo un telón de fondo, sino una fuerza activa en la película, que representa la tensión entre lo sagrado y la realidad de la calle.
Scorsese volvió a Old St Patrick en obras posteriores, como Gangs of New York (2002), que dramatiza los conflictos entre católicos irlandeses y nativistas protestantes en el siglo XIX. La historia real de la iglesia refleja la de la película: turbas anticatólicas intentaron quemarla en 1836 y sólo se salvó porque los feligreses la defendieron con mosquetes y mangueras contra incendios.

Un santuario compartido
A pesar de sus diferencias, los inmigrantes irlandeses e italianos veían en San Patricio un lugar tanto de culto como de defensa. En una ciudad donde el catolicismo se consideraba a menudo un signo de extranjería, la catedral era un santuario y un refugio.
Para los irlandeses, era un baluarte contra los nativistas que intentaban expulsarlos. Para los italianos, era un vínculo con una fe y una cultura que a menudo les resultaban extrañas en Estados Unidos.
Old St Patrick sigue siendo una iglesia en funcionamiento, aunque su función ha cambiado. Ya no atiende a una sola comunidad inmigrante, y su congregación es más diversa que nunca. Pero su historia perdura, tanto en los recuerdos de quienes crecieron a su alrededor como en las imágenes que Scorsese grabó en una película.
Para quienes la visitan, ya sea por devoción religiosa o por admiración cinematográfica, sigue siendo un lugar donde el pasado habla de forma elocuente.