Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

El primer propietario del Santo Grial no era Jesús

Distintas tradiciones cristianas Europeas afirman que el Santo Grial fue la copa que Jesús utilizó para hacer el cuarto y último brindis del Seder de Pascua en la Última Cena. Es muy poco probable, afirman los especialistas en la materia, que un judío de la Antigüedad tardía hubiera utilizado cualquier tipo copa para una cena de Pascua, por muy pobre que fuera. De hecho, lo propio era utilizar una copa fabricada con materiales nobles y puros. 

Al ser caras, estas copas formaban parte del ajuar familiar, y eran preservadas celosamente. ¿A qué familia pertenecía, entonces, la copa que se usó en esa Cena?

Las hipótesis de los historiadores apuntan a que la copa era propiedad de los dueños del Cenáculo, que prestaron a Jesús y sus discípulos el sitio, y con él, todo lo necesario para la Cena. 

El propietario del Cenáculo era un tal Cusa, procurador y tesorero de Herodes Antipas. La tradición señala que, además, también tenía un molino de aceite en el Huerto de los Olivos. El evangelio de Lucas afirma que su mujer, Juana (venerada como santa en varias tradiciones cristianas), fue sanada por Jesús (Cf. Lc 8, 2-3), que asistió a Jesús y a sus discípulos en sus viajes, e incluso se le cuenta entre las primeras en enterarse de la resurrección, junto a María Magdalena y María “la de Santiago”. Al ser la esposa del administrador de los bienes del gobernante de Galilea, se supone que varios de los acontecimientos sucedidos en la corte herodiana fueron narrados a Lucas, de primera mano, por Juana. Por ejemplo, una tradición piadosa sostiene que fue Juana quien recogió en secreto la cabeza del Bautista para su sepultura. 

Así, Juana y Cusa eran los parientes económicamente más solventes de la familia de Marcos el Evangelista –quien, para entonces, no sería sino un adolescente. 

La tradición sostiene que los discípulos siguieron reuniéndose allí después de la muerte y la resurrección de Jesús. Tiene sentido que Pedro, a quien Jesús dejó como cabeza de la Iglesia, estuviese a cargo de preservar la copa –especialmente si consideramos que los discípulos siguieron recordando y celebrando aquella Última Cena, convertida ya en el rito cristiano por excelencia –la Eucarístia. 

Pedro llevaba la copa consigo cuando emprendió su viaje a Roma, donde sería martirizado y enterrado en lo que hoy es la Basílica de San Pedro. La tradición cristiana más antigua señala que Marcos, el Evangelista, el pariente de Cusa y Juana, le acompañó en ese último viaje.

La copa quedaría así en manos de los obispos de Roma, de Pedro en adelante. De hecho, es particularmente revelador que sólo el antiguo canon romano de la misa ( el que desde la edad antigua celebraba el propio Papa, hasta el Concilio Vaticano II), dice que Cristo levantó este cáliz y no el cáliz, como decían los demás cánones. Si la copa que se usaba al principio en Roma era la misma que Jesús había usado en Jerusalén, todo encaja. 

Pero ¿cómo llegó entonces el cáliz de Roma a Valencia, en España? ¿La robaron? ¿La vendieron? En realidad, el itinerario es mucho más complejo, y no es casualidad que la “búsqueda del Santo Grial” haya pasado a la categoría de mito, gracias a un heroico joven español. Pero esta es otra historia, y merece ser contada en otra ocasión.

 

Entrada también disponible en: English Italiano

Deje un comentario