La imagen es mundialmente conocida: una abadía medieval en lo alto de un promontorio accesible solo con la marea baja. Mont Saint-Michel es un destino turístico muy conocido en Francia, y también una de las metas de peregrinación más antiguas de Europa (anterior en tres siglos al Camino de Santiago). Los peregrinos a Mont Saint-Michel reciben el nombre de miquelots.
Justo en 2023, Mont Saint-Michel celebra el milenario de su construcción. Se trata de una ocasión única para caminar por los chemins montais, por la costa o por el interior, hasta llegar a la bahía, y admirar la imponente abadía coronada por un arcángel Miguel en su pináculo más alto, mientras atraviesa con su espada a un dragón a sus pies.
Y quien sabe, quizás esa breve peregrinación se convierta en una aventura, si uno decide imitar a los peregrinos medievales y seguir caminando desde Mont Saint-Michel hasta Compostela. Ya lo decía un antiguo refrán de esta zona de Francia, hablando del sentido de penitencia por las malas acciones que muchas veces llevaba a hombres de toda condición a ir de peregrinación:
Les petits gueux vont au Mont Saint-Michel, les grands à Saint-Jacques (Los pequeños bribones van a Mont-Saint-Michel, los grandes van a Santiago)
El ángel protector
Cuenta la tradición que san Auberto, obispo de Avranches, recibió varias veces, durante el año 708, la visita en sueños del Arcángel san Miguel, quien le pidió construir un santuario en el entonces llamado Monte Tumba. Se trataba de un lugar ya sagrado para los galos paganos, que creían que ese lugar estaba relacionado con la muerte de Belenos, el dios del sol y de la luz. Por tanto, un lugar muy significativo desde el punto de vista espiritual: san Miguel es, según la tradición cristiana, el arcángel que derrotó a Lucifer, el diabólico «ángel de la luz».
La devoción al arcángel san Miguel es muy antigua, y procede del pueblo judío. Miguel es uno de los tres ángeles que reciben nombre en el Antiguo Testamento, sobre todo en el libro del profeta Daniel, y se le considera el defensor del pueblo elegido contra el mal. Aun ahora, los judíos creyentes invocan su protección.
«En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo» -Daniel 12,1
La devoción se transmitió en seguida a los primeros cristianos. Según la tradición, el emperador Constantino tuvo una visión del arcángel san Miguel antes de la batalla de Adrianópolis (año 324) contra Licinio, en la que el mensajero celestial le auguraba la victoria. El emperador hizo construir en la actual Estambul una primera iglesia, el Micaelion, a la que seguirían muchas otras en Oriente.
El primer santuario importante en Occidente se encuentra en el Monte Sant’Angelo en Gargano (Italia), y la veneración comenzó a raíz de la aparición de san Miguel en el año 490 a san Lorenzo de Manfredonia, a quien pidió también la construcción de un santuario en una antigua cueva famosa por su significado pagano, así como prometió su protección frente a la invasión de los longobardos.
La alineación micaelica
Las apariciones de san Miguel siempre han estado relacionadas con la idea de protección y de victoria contra el mal. Es el significado que se capta inmediatamente al visitar Mont Saint-Michel: su imagen de roca fortificada e inexpugnable rodeada de agua sufrió el asedio muchas veces a lo largo de la historia, desde los vikingos de Rollon hasta los nazis alemanes.
Pero lo más sorprendente es que Mont Saint-Michel forma parte de una serie de santuarios en toda Europa que cumplen las mismas características: están dedicados a san Miguel, se encuentran en montañas rocosas inexpugnables, están localizadas junto a caminos de peregrinación, y lo más sorprendente, si se localizan en un mapa, forman una línea recta, llamada alineación micaélica o «Espada de San Miguel».
Los otros santuarios son: el ya mencionado del Gargano, la Sacra di san Michele en el valle de Susa (cerca de Turín, en Italia, por donde pasa la Via Francígena, y en el que se inspiró Umberto Eco para su novela El nombre de la rosa); St Michael’s Mount en Cornualles (Inglaterra, también imponente escenario para una película de Drácula de 1979) y Skellig Michael, en las islas Skellig (al oeste de Irlanda, famosa localización de los episodios VII, VIII y IX de Star Wars).