El camino de Santa Teresa de Jesús, también llamado Ruta Teresiana de la Cuna al Sepulcro, es más que un simple recorrido geográfico: es un viaje espiritual que atraviesa los lugares más significativos de la vida de esta extraordinaria santa española del siglo XVI.
La ruta une Ávila, la ciudad de su familia, con Alba de Tormes, donde terminó su camino terrenal, transitando por pueblos que fueron testigos de su profunda transformación religiosa. El camino puede hacerse en ambos sentidos, de Ávila a Alba y viceversa, pues la meta no es un lugar concreto, sino una experiencia espiritual.
Si se elige el orden cronológico, Ávila, declarada Patrimonio de la Humanidad, es el punto de partida de este peregrinaje. Aquí, según algunos historiadores, habría nacido Teresa el 28 de marzo de 1515, en el seno de una familia hidalga. No obstante, los historiadores corrigen este dato situando el nacimiento en Gotarrendura, la villa de su madre.
En Ávila, con todo, se conserva su casa familiar, convertida hoy en basílica y museo, y el Convento de la Encarnación, donde vivió 27 años como carmelita y experimentó sus más profundas experiencias místicas. Vale la pena también una visita a la célebre Muralla, así como a la Catedral y al Convento de Santo Tomás.
Nada más cruzar la muralla, el peregrino tropieza con otro de los lugares relacionados con su infancia: en los Cuatro Postes, la pequeña Teresa y su hermano Rodrigo fueron interceptados por su tío cuando huían a “tierra de moros” para sufrir martirio.
El camino continúa por Gotarrendura, donde Teresa posiblemente naciera y viviera largas temporadas de su infancia y juventud, y Fontiveros, tierra natal de San Juan de la Cruz, su compañero en la reforma carmelita.
Duruelo marca un punto crucial: allí fundaron San Juan de la Cruz y fray Antonio de Jesús el primer convento de carmelitas descalzos, siguiendo las indicaciones de Santa Teresa.
Mancera de Abajo representa otro hito en este viaje espiritual, siendo el lugar del traslado de aquella primera fundación de frailes. Cada pueblo guarda un fragmento de la historia de Teresa, quien escribió obras fundamentales como Libro de la Vida, Camino de Perfección y Las Moradas.
El viaje concluye en Alba de Tormes, donde Teresa fundó su octavo convento en 1571 y regresó en el otoño de 1582, enferma y consciente de que su vida terrenal llegaba a su fin. Aquí, en este último convento, Santa Teresa entregó su espíritu, dejando un legado que transformaría para siempre la espiritualidad católica universal.
Guía para Peregrinos Modernos
La ruta invita a una experiencia interior. Cada peregrino puede diseñar su camino según su ritmo, posibilidades de alojamiento y motivaciones particulares. En condiciones normales, el recorrido puede completarse en cuatro o cinco jornadas, tomando como referencias principales las iglesias y lugares teresianos.
La flexibilidad es la clave. No existe un itinerario único, sino un camino que se adapta a quien lo recorre. Las distancias entre pueblos son aproximadas, y lo importante no es la precisión kilométrica, sino la experiencia espiritual y el encuentro con la historia de Santa Teresa.
La Ruta Teresiana no es solo un camino físico, sino un tránsito por la vida de una mujer que revolucionó la espiritualidad de su tiempo, un viaje que invita a la reflexión, la contemplación y el descubrimiento personal.