Le llaman “primitivo” porque fue el primer camino a Santiago del que históricamente se tiene noticia: el itinerario realizado por el rey Alfonso II el Casto de Asturias para conocer de primera mano el hallazgo de la Tumba del Apóstol Santiago, en el año 834.
Esta ruta, que se extiende a lo largo de aproximadamente 320 kilómetros (14 jornadas de marcha a pie), aunque físicamente más exigente que otras rutas, ofrece a los peregrinos una experiencia única, llena de historia, belleza natural y espiritualidad.
El camino comienza en la ciudad de Oviedo, en Asturias, y sigue hacia el oeste a través de paisajes montañosos, valles verdes y encantadores pueblos. Desde bosques frondosos hasta altas montañas, se trata indudablemente de una atractiva alternativa al más conocido y transitado Camino Francés.
Antes de comenzar el camino, es imprescindible una visita a la Catedral del Salvador y la Cámara Santa de Oviedo, donde se custodian reliquias como el Santo Sudario que envolvió la cabeza de Cristo en la tumba. Los peregrinos salen de la ciudad y atraviesan hermosos paisajes rurales con bonitas capillas como la del Carmen o la de Santa Ana, hasta llegar a Grado.
La segunda etapa cubre el camino desde Grado hasta Salas, a través de valles y bosques, pasando por lugares de interés espiritual y artístico, como el Santuario del Fresno y el imponente Monasterio de Cornellana, con su leyenda sobre la osa que salvó a una pequeña princesa.
Desde Salas, los peregrinos continúan su camino hacia Tineo en la tercera jornada de marcha. Es una etapa con hermosos paisajes montañosos y vistas impresionantes, y en las que destacan joyas como la capilla del Cristo de los Afligidos, el anciano carbayo de la Iglesia de los Santos Justo y Pastor, o la iglesia de San Pedro de Tineo, que se cree que fundó el propio San Francisco de Asís en su peregrinación a Santiago.
Entre la cuarta y la quinta etapa, hasta Berducedo, tras pasar por el bellísimo Monasterio de Obona, el peregrino podrá optar entre seguir el camino más sencillo, por Pola de Allande (y su santuario de la Virgen del Avellano) o seguir la menos transitada – aunque más bella – ruta de los antiguos hospitales de peregrinos, hoy en ruinas.
La sexta etapa cubre desde Berducedo hasta Grandas de Salime, junto al embalse del mismo nombre, en la que el peregrino no puede dejar de visitar sus pequeñas capillas y su Colegiata del Salvador.
En la séptima etapa, los peregrinos cruzan la frontera entre Asturias y Galicia, a través del puerto del Acevo, hasta llegar a A Fonsagrada, donde visitar la fuente sagrada que manó milagrosamente leche para la familia que ayudó a peregrinos en dificultad.
La octava etapa entre A Fonsagrada y O Cadavo presenta un terreno variado, con colinas onduladas y hermosos paisajes rurales, y con ruinas como la del famoso hospital de peregrinos de Montouto, en servicio hasta el mismo siglo XX.
La novena etapa cubre el tramo entre O Cadavo y Lugo, donde aún resuenan los ecos de la famosa peregrinación de san Francisco de Asís a Santiago, en las iglesias y conventos que fundó a su paso, como el de Santa María de Vilabade. Otra preciosa visita es la de la iglesia abandonada de Soutomerille y las torres-fortalezas que la rodean.
Lugo bien merece una visita a fondo, en especial su muralla romana y su catedral. Saliendo de Lugo, la décima etapa llega, a través de campos y bosques, hasta San Román de la Retorta, donde su bella iglesia merece realmente la pena.
La etapa siguiente es la última del Camino Primitivo propiamente hablando, pues enlaza allí con Melide y el Camino Francés. No se puede uno ir de Melide sin probar sus famosos pulpos y sin visitar Santa María y el Cruceiro de San Roque, el más antiguo de Galicia.
La decimosegunda etapa discurre entre Melide y Arzúa (famosa por sus quesos de tetilla). Desde Melide, los peregrinos continúan su camino hacia Arzúa, pasando por hermosos bosques y campos ondulados. Vale la pena detenerse en la iglesia de Santiago de Boente.
Ya muy cerca de Santiago, la penúltima etapa entre Arzúa y O Pedrouzo, no puede uno dejar de detenerse en Santa Irene y probar sus aguas consideradas curativas. Pasado O Pedrouzo, la última etapa consiste en la subida al Monte do Gozo, para entrar por fin en Santiago y dar el abrazo al Apóstol, como hiciera el rey Alfonso el Casto hace 1200 años.