San Lorenzo es famoso por haber sido condenado a morir en la hoguera. Más concretamente, en una parrilla, por orden de un prefecto romano, a inicios del siglo 3, apenas cuatro días después del martirio del papa Sixto II. Es uno de los santos más populares del cristianismo: no sólo un fenómeno astronómico y un imponente palacio en Madrid llevan su nombre, sino además una de las siete basílicas imprescindibles de Roma está dedicada a su memoria – por no mencionar un famoso equipo de fútbol argentino.
Lorenzo era de la Hispania romana –es decir, que era español. La tradición señala que nació en Huesca, de donde era su familia. Por razones desconocidas, terminó viviendo en Roma al servicio del papa Sixto II, como archidiácono –esto es, que estaba encargado de administrar el dinero de la Iglesia, y hacía de archivista y bibliotecario. También era el que distribuía limosnas a los pobres. Quizá por ello la gente de Roma le tenía en alta estima.
Algunos historiadores dicen que, cuando el emperador Valeriano, en el año 258, decretó una persecución de cristianos, lo hizo con intención de despojarlos de sus riquezas –que, aparentemente, no eran pocas.
Tanto la Depositio Martyrum del año 354 como el Martirologio Jeronimiano del siglo V cuentan que el entonces prefecto de Roma ordenó a Lorenzo, siendo el administrador papal, que entregara las riquezas de la Iglesia. Lorenzo pidió tres días para recolectarlas. Al tercer día, llenó el palacio del prefecto con los pobres de la ciudad, argumentando que esos eran los verdaderos tesoros de la Iglesia.
Pero las autoridades no compartían sentido del humor de Lorenzo. Razón por la cual decretó uno de los martirios más atroces para él.
Un texto apócrifo del siglo XVII, supuestamente basado en los escritos de un monje del siglo VI llamado Donato, asegura que Lorenzo logró sacar el Santo Grial de Roma a través de un amigo, y lo mandó a esconder entre sus parientes en Huesca, antes de ser condenado a muerte. Tiene sentido, si consideramos que Lorenzo era el administrador papal, y que el grial era conservado en Roma desde que Pedro lo llevó consigo a la ciudad eterna. Así, el Grial terminó bajo la custodia de los familiares, en su casa hispana.
Los cristianos de la época debían estar muy conscientes de la importancia de la reliquia, pues en el lugar se construyó primero una iglesia hispanorromana, y luego un templo visigótico. Para el año 553, el entonces obispo de Huesca, Vivencio, decidió trasladar la reliquia a la ciudad, a la iglesia de san Pedro el Viejo, que se construyó adrede para albergarla.
Pero menos de 200 años después, el Grial desapareció de nuevo. Los cristianos que huían ante el avance de los musulmanes lo sacaron de la ciudad y volvieron a esconderlo, más allá de las montañas. La tradición afirma que la reliquia se escondió en España durante siglos. Hoy el Santo Cáliz puede visitarse en la catedral de Valencia.