¿Por qué en la Europa cristiana resonó de manera tan fuerte la leyenda del Santo Grial? Para nuestra mentalidad moderna, la importancia de las reliquias en la Edad Media no se comprende. Para ello hay que ponerse en la situación y la forma de pensar de la época.
En menos de cien años, los “hijos de Agar” o “ismaelitas” habían salido del desierto y conquistado medio mundo. Habían caído en sus manos los sitios más santos de la Cristiandad; los cristianos habían debido salir huyendo de Tierra Santa y del Norte de África, llevando consigo las reliquias de sus mártires, viendo desaparecer sus iglesias centenarias y sus hogares.
La poderosa Hispania había sido conquistada en cuestión de meses (año 711), y sus habitantes habían tenido que refugiarse en las montañas del norte o en otros países. El arzobispo de Toledo, la sede primada, había huído a Roma con sus sacerdotes. A duras penas los francos habían logrado contener la invasión en los Pirineos.
¿No suena casi como un apocalipsis?
Pero hacia el año 812 se produce un hallazgo que da esperanza a los hispanos postrados y hostigados: se descubre milagrosamente la tumba del Apóstol Santiago en Compostela. «Por fin parece que el Cielo empieza a estar de nuestra parte”, piensan los cristianos hostigados. Encontrar reliquias de manera milagrosa se considera un signo de esperanza en una nueva primavera de la historia.
La búsqueda del Cáliz forma parte de esta aventura. Reconstruir hoy esa parte de la historia es posible gracias a los archivos de la Corona de Aragón. Concretamente, al manuscrito 136 de Martín I el Humano, quien describe de forma somera el itinerario de la sagrada reliquia por su reino, a través de los Pirineos, durante varios siglos.
Hoy este itinerario está señalizado y forma parte de la Ruta Ecuestre del Santo Grial en la Jacetania (que recibió reconocimiento oficial en 2015, con ocasión de la declaración de Valencia como ciudad jubilar por el Santo Cáliz). Pero en la Alta Edad Media, podemos comprender que su ubicación fuera un misterio y que las leyendas brotasen a su alrededor.
Martirio y huída
Un texto apócrifo del siglo XVII, supuestamente basado en los escritos de un monje del siglo VI llamado Donato, asegura que Lorenzo logró sacar el Santo Grial de Roma a través de un amigo, y hacerlo esconder entre sus parientes en Huesca, antes de ser condenado a muerte. En Huesca fue custodiado en el hoy Monasterio de San Pedro el Viejo, la antigua catedral visigótica.
Menos de 200 años después, el Grial desapareció de allí. Lo sacaron corriendo de la ciudad los cristianos que huían ante el avance de los musulmanes, y volvieron a esconderlo, en las montañas.
Según la tradición, el obispo de Huesca, san Acisclo, escapa de la ciudad en el año 711, y como es natural, se lleva las reliquias consigo para ponerlas a salvo, incluyendo el santo Cáliz. No logra sacarlo de Hispania, así que lo esconde en el año 715 en un lugar casi inaccesible: conjunto de Ermitas rupestres de Yebra de Basa, invisibles casi todo el año por estar construidas al abrigo de una peña y detrás de una cascada. Acisclo y su sobrina, la princesa Orosia, fueron finalmente apresados y bárbaramente martirizados. De hecho, ambos son patronos de la diócesis de Jaca.
El Cáliz que acompaña a su pueblo
Cien años después, en el 815, el Cáliz es trasladado por seguridad 80 km más al norte, al abrigo de los Pirineos, a la hoy abadía de San Pedro de Siresa (entonces era una iglesia dedicada a la Virgen, más pequeña y discreta). Es interesante observar que leyendas locales como la de la Mora de Oza se refieren a la presencia del Grial, directa o indirectamente.
Tampoco allí descansaría el Grial, pues en apenas 30 años es trasladado de nuevo a otra ermita escondida en un barranco de las montañas, más al este: San Adrián de Sásabe. Este humilde lugar, no por casualidad, sería elegido como sede del embrión del obispado de Jaca, durante la Reconquista.
No llega a 200 años más tarde, y el Grial es trasladado de nuevo: En 1014 se traslada a San Pedro de Bailo (hoy iglesia de san Fructuoso). En este humilde lugar residía entonces la corte real de Aragón. El Cáliz es no solamente patrimonio de la iglesia aragonesa, sino de la propia Corona.
Apenas 40 años después pasa a la catedral de Jaca, que dicen que fue construida adrede para albergar el Cáliz. Curioso, pues estuvo poco más de diez años allí: El entonces obispo Pedro renuncia a su cargo y vuelve al monasterio de donde había salido, san Juan de la Peña, la “covadonga de los Pirineos”. Y allí se lleva el Grial, donde estaría custodiado por los monjes durante unos 300 años.
El mito
¿Le sorprende a alguien en la Edad Media que quien hubiera oído hablar del Santo Grial y quisiera buscarlo, se embarcara en una aventura interminable?
Así nacen leyendas que pasan de generación en generación, y que cristalizan en la primera gran novela de caballerías: Perceval y la búsqueda del Santo Grial. (Nótese, dicen los expertos medievalistas, que los paisajes que describe Christian de Troyes son siempre altas montañas, a pesar de que en Inglaterra no las hay. Santiago Navascués, Doctor en Historia por la Universidad de Zaragoza, hace notar que el mítico rey Amfortas podría ser identificado con Alfonso I el Batallador).
Para los reyes de Aragón, era un motivo de orgullo que el Santo Grial estuviera en sus dominios, protegido en el Monasterio de san Juan de la Peña. Pero uno de ellos, Martín I el Humano, fue más allá. Pidió a los monjes que se lo dieran para su devoción personal, con el aval de Benedicto XIII, más conocido como el Papa Luna. Y allí llegamos a la parte donde empieza a haber documentos históricos que han llegado a nuestras manos.