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Ceremonia de reconocimiento de una Casa de Vida por la Fundación Internacional Raoul Wallemberg Silvia Costantini

Casas de Vida en Roma: Una peregrinación a la memoria del bien

Roma, la Ciudad Eterna, está impregnada de una historia que abarca milenios. Sin embargo, entre sus majestuosos monumentos y callejones llenos de encanto, existen historias de heroísmo y humanidad que a menudo pasan desapercibidas. Las Casas de Vida son un ejemplo conmovedor de este legado. Reconocidas por la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, estos lugares proporcionaron refugio y esperanza durante la Segunda Guerra Mundial, salvando incontables vidas.

Este es un peregrinaje que combina historia y espiritualidad, recordándonos que, incluso en los momentos más oscuros, el altruismo y la solidaridad pueden iluminar el camino.

¿Qué son las Casas de la Vida?

Las Casas de Vida son espacios físicos que, durante genocidios y persecuciones, se convirtieron en un faro de esperanza. La Fundación Raoul Wallenberg, a través del programa Casas de Vida, ha identificado y reconocido estos sitios como testimonios de valentía y coraje civil. En Roma se han documentado más de 200 lugares, entre ellos monasterios, conventos, hospitales, escuelas y hogares privados, donde personas ordinarias realizaron actos extraordinarios al arriesgar sus vidas para proteger a los perseguidos.

Cada Casa de Vida está señalada con una placa conmemorativa que no solo recuerda el pasado, sino que también nos invita a reflexionar sobre el poder de la solidaridad y la resistencia moral.

 

Rastreando la memoria del Bien

Declarada Casa de Vida por la Fundación Raoul Wallenberg, este lugar fue clave durante la ocupación nazi. Liderada por el padre Marie Benoît, conocido como el Padre de los Judíos, la Curia no solo ofreció refugio, sino que se convirtió en un centro operativo donde se falsificaban documentos, se organizaban rutas de escape y se distribuía ayuda humanitaria. Benoît trabajó estrechamente con la comunidad judía, recibiendo incluso las llaves de la sinagoga de Roma, que él mismo reabrió tras la liberación. Su figura sigue siendo un símbolo de respeto interreligioso y altruismo.

Esta es la única casa privada de nuestro peregrinaje. Aquí, Fausto Staderini, ingeniero y dueño de una imprenta, y su esposa Bice Gilardoni decidieron arriesgarlo todo para ayudar a sus amigos Elvira Perugia Campagnano y su familia, ofreciendo refugio a los pequeños Bianca y Marcello, salvándolos de la furia nazi e integrándolos en su ya numerosa familia.

Gracias al coraje de los esposos Staderini, Bianca y Marcello, así como sus padres, sobrevivieron. El vínculo forjado en ese periodo nunca se rompió, y cada 16 de octubre Bianca recordaba con gratitud el sacrificio de la familia Staderini. En 2010, Fausto y Bice fueron reconocidos como Justos entre las Naciones por Yad Vashem, y su hogar fue proclamado Casa de Vida. Esta Casa de Vida es un símbolo de protección familiar y amor desinteresado. La placa conmemorativa recuerda cómo el bien puede surgir incluso en los momentos más difíciles.

En una isla del río Tíber, este hospital se convirtió en refugio gracias al ingenio del Dr. Giovanni Borromeo y sus colegas, que inventaron el «Morbo de K», una enfermedad ficticia que disuadía a las inspecciones nazis. Tras las puertas en cuarentena, los refugiados judíos encontraron seguridad.

Una placa conmemorativa, ubicada en el patio, rinde homenaje a este extraordinario ejemplo de astucia y humanidad. Un lugar imprescindible para quienes desean comprender cómo la compasión puede vencer a la brutalidad.

The Roman route of the “Houses of Life” and the ruse of “K’s Illness”

  • Convento de Santa Brígida
    Lugar: Plaza Farnese

Durante las redadas nazis, este convento fue un santuario para la familia Piperno y otros perseguidos. Lideradas por la beata María Elisabetta Hesselblad y madre Ricarda Beauchamp Hambrough, las religiosas no solo ofrecieron protección física, sino también consuelo espiritual. Organizaron escondites y adaptaron las habitaciones para minimizar riesgos, enfrentándose a constantes amenazas. Este lugar es un poderoso recordatorio de la importancia del respeto interreligioso y la dignidad humana.

Durante la ocupación nazi de Roma, el Pontificio Colegio Portugués se convirtió en refugio de unos 40 perseguidos, gracias al valor y la previsión de su rector, el padre Joaquim Carreira. Sacerdote ecléctico y primer lusitano en obtener una licencia de vuelo, abrió las puertas del Colegio a judíos, intelectuales y personalidades destacadas, salvándolos de las incursiones nazis. Entre ellos se encontraban el médico Giuseppe Caronia y su colega Cesare Frugoni, distinguidos académicos, así como miembros de la Resistencia y otras figuras destacadas como Luigi Priolo, hijo del ex alcalde socialista de Reggio Calabria. A pesar de la escasez de recursos, el padre Carreira aseguró alimentos y protección para todos, arriesgando su propia vida para defender la de ellos.

Esta iglesia, en el corazón de Prati, ocultó a 35 judíos y disidentes políticos. Situada en el barrio de Prati, se convirtió en un refugio seguro para desplazados, soldados rezagados y judíos perseguidos. Dirigida por los Padres Redentoristas con la colaboración de Acción Católica, la parroquia se convirtió en un centro de solidaridad y resistencia clandestina.

Gracias al ingenio y el valor del párroco Lestini y sus ayudantes, los refugiados sobrevivieron hasta la liberación de Roma en junio de 1944. La iglesia de San Joaquín no era sólo un lugar de protección física, sino un símbolo de resistencia moral y solidaridad, donde cada acto de caridad se convertía en un arma silenciosa contra la barbarie. Un lugar de meditación y recuerdo que nos recuerda lo poderoso que es el valor de la comunidad.

  • Instituto de las Hermanas de San José
    Lugar: Plaza de España

Entre 1943 y 1944, este instituto religioso fue un refugio seguro para 60 personas, en su mayoría niños, quienes huían de las redadas nazis. Bajo la dirección de la hermana Emerenziana Bolledi, las monjas asumieron enormes riesgos para proteger a los perseguidos. El compromiso de estas mujeres no se limitó a proporcionar un techo y alimento; también se preocuparon por mantener una atmósfera de amor y normalidad, especialmente para los niños. Hoy, el instituto es un testimonio silencioso del sacrificio de estas mujeres religiosas que enfrentaron el peligro con firmeza y compasión.

Villa Mondragone, situada en las colinas de Frascati, es un lugar emblemático que combina historia, belleza y memoria. Durante la ocupación nazi, este complejo renacentista, liderado por el jesuita padre Raffaele de Ghantuz Cubbe, se convirtió en un refugio para tres niños judíos: Marco Pavoncello, Graziano Sonnino y Mario Sonnino. Ocultos bajo identidades falsas, estos niños escaparon de la deportación a Auschwitz gracias al ingenio y la valentía del padre Raffaele y sus colaboradores. Reconocido póstumamente como Justo entre las Naciones por el Yad Vashem, el legado de altruismo del padre Raffaele sigue vivo en Villa Mondragone, un lugar que hoy es un símbolo de resistencia y humanidad.

Durante la Segunda Guerra Mundial, este seminario fue mucho más que un lugar de formación religiosa. Se convirtió en un refugio para aproximadamente un centenar de perseguidos, incluidos soldados aliados, judíos y soldados italianos que se negaron a colaborar con las fuerzas nazis. En sus sótanos y áticos, los seminaristas y sacerdotes escondieron a los refugiados, enfrentándose al constante riesgo de ser descubiertos.

  • Convento de Nuestra Señora de Sión
    Lugar: Via Garibaldi

Este convento, que en la actualidad alberga una sede universitaria, fue un santuario para más de 200 personas durante las redadas nazis. Las religiosas de Nuestra Señora de Sion, conocidas por su dedicación al diálogo interreligioso, desempeñaron un papel crucial en la protección de judíos y otras personas perseguidas. Con una organización precisa, prepararon escondites dentro del convento y coordinaron el traslado de refugiados a lugares más seguros cuando era necesario.

Este colegio fue un centro de esperanza durante la ocupación nazi, reconocido como Casa de Vida por la Fundación Wallenberg en 2017. Bajo la dirección de Sigismondo Ugo Barbano, director y figura clave en las operaciones de rescate, el instituto ofreció refugio a judíos perseguidos, militares fugitivos y miembros de la Resistencia romana. Entre los conmovedores testimonios de los sobrevivientes destacan los de Gianni Polgar y Fausto Zabban, quienes recuerdan la dedicación de Barbano, quien a menudo arriesgaba su vida para proporcionar refugio, alimentos y protección. En 1943, Barbano acogió a Fabio Tedeschi, el primer joven judío en ser refugiado en el colegio, y ayudó a oficiales y civiles, incluidos partisanos y miembros de la Democracia Cristiana, a esconderse o escapar hacia zonas seguras.

¿Por qué visitar las Casas de la Vida?

Visitar las Casas de Vida es mucho más que un recorrido por la historia. Es una experiencia transformadora que nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros, el bien puede prevalecer. Estas historias de heroísmo, resistencia moral y solidaridad nos inspiran a no ser indiferentes y a actuar siempre en favor de la justicia y la humanidad.

Planifica tu visita a Roma y descubre las Casas de Vida: lugares donde la fe, el coraje y la memoria se entrelazan.

Entrada también disponible en: English Italiano

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