San Benito es considerado el padre de la vida monástica de Occidente y uno de los patronos de Europa. De familia romana, vivió en la Italia recién conquistada por los bárbaros, a caballo entre los siglos V y VI. Su famosa Regla de vida contemplativa, que ha regido durante más de mil años la vida de los monasterios, hoy es admirada no sólo por los creyentes, sino también por todos los que quieren promover un estilo de vida sereno y equilibrado.
Desde hace unos años, un camino de peregrinación promovido por la Associazione Amici del Cammino di San Benedetto, liderada por Simone Frignani, recorre los lugares de la vida de san Benito y su hermana santa Escolástica. Son 300 kilometros y 16 etapas a pie desde Nursia, su ciudad natal, hasta Montecassino, en cuya abadía murió. Un recorrido por paisajes impresionantes, ciudades históricas y lugares de profundo significado espiritual.
El Camino comienza en Nursia (Norcia), en la región de Umbría, donde los peregrinos pueden visitar la Basílica de San Benito, construida sobre su lugar de nacimiento y que fue prácticamente destruida en 2016 por un terremoto. Desde aquí, el camino se dirige hacia Casia, conocida por Santa Rita, otra importante figura religiosa. En Casia, el Camino se cruza con el Sentiero di Santa Rita, y vale la pena visitar el Sacro Scoglio, la Basílica con el cuerpo incorrupto y otros lugares de la vida de la santa.
La segunda jornada deja Casia, a través de valles pintorescos y colinas onduladas hasta llegar a Monteleone di Spoleto, donde vale la pena visitar lo que anteriormente fue el antiguo convento agustino de Santa Caterina. La tercera jornada cruza el limite de las regiones Umbría y Lazio, hasta llegar a Leonessa, una pequeña ciudad renacentista donde destaca el santuario dedicado a un santo local.
La cuarta jornada lleva a Poggio Bustone, donde el camino benedictino empieza a entreverarse con las vías de peregrinación de otro gran santo, Francisco de Asís. En Poggio Bustone puede visitarse el Sacro Speco franciscano. La quinta jornada prosigue por los lugares de san Francisco, el Valle Santo y sus santuarios de la Foresta y San Felice, hasta llegar a Rieti.
Las siguientes cuatro jornadas atraviesan lugares de gran belleza natural, alrededor de la reserva natural del Monte Cervino. La sexta jornada parte de Rieti y llega a Rocca Sinibalda. La séptima bordea el espectacular lago de Turano hasta Castel de Tora. La octava jornada pasa por Pozzaglia Sabina, donde visitar el santuario de la santa mártir Agustina Pietrantoni. Llegando a Orvinio vale la pena admirar los restos de la abadía benedictina de Santa María del Piano.
La novena jornada de marcha lleva a otro de los lugares emblemáticos de la vida de san Benito, Vicovaro. Allí pueden visitarse las grutas monásticas donde la tradición coloca el truculento episodio del intento de envenenamiento del santo y su milagrosa salvación a manos de un cuervo.
La décima jornada lleva al Sacro Speco de Subiaco, el monasterio enclavado en la roca del monte Taleo donde san Benito vivió y predicó durante treinta años, y que hoy es una de las abadías benedictinas más importantes de Italia.
La undécima jornada lleva hasta el encantador pueblo medieval de Trevi nel Lazio, junto a los Montes Simbruini, donde abundan los restos de la época romana. Cerca de Trevi se encuentra el santuario de la Trinidad de Vallepietra, que merece la pena visitar.
La duodécima jornada recorre una antigua vía romana hasta Guarcino, famosa por sus amaretti y por los muchos eremitorios que había en la zona, y Vico nel Lazio, pequeña ciudad fortificada donde merece una visita la colegiata de san Miguel.
La décimo tercera jornada de camino conduce hasta uno de los monasterios más bellos del centro de Italia, la Cartuja de Trisulti y su sorprendente farmacia medieval. La décimo cuarta jornada nos lleva a otra preciosa abadía, la de Casamari, de estilo gótico cisterciense, y a la de San Domenico di Sora, construida sobre la antigua casa de Cicerón.
La décimo quinta jornada discurre por otro marco de belleza incomparable, las gargantas del río Melfa, donde se pueden admirar eremitorios de más de mil años como el del Espíritu Santo y el de Santo Angel en Asprano, hasta llegar al lugar natal de otro gran santo italiano, Tomás de Aquino, en Roccasecca.
La última jornada de viaje es prácticamente la subida a la abadía de Montecassino, fundada por San Benito en el año 529. Aquí, en la cima de la colina, pueden contemplar el legado de San Benito y su impacto duradero en el monacato y la espiritualidad cristiana. Y por supuesto, visitar las tumbas de san Benito y santa Escolástica, y los memoriales de la célebre Batalla de Montecassino en la Segunda Guerra Mundial.
El Camino de San Benito no es solo una ruta física sino un viaje espiritual que conecta a los peregrinos con la rica herencia benedictina y los paisajes impresionantes del corazón verde de Italia.