En la brisa cálida de Tarso aún resuenan los ecos de una historia de amor y poder. Fue en esta ciudad donde Cleopatra y Marco Antonio se encontraron por primera vez, iniciando una de las historias de pasión más trágicas y legendarias de la Antigüedad.
En sus calles también nació otro personaje que cambiaría el rumbo de la historia: Saulo de Tarso, más conocido como San Pablo, cuya predicación sentó las bases del cristianismo. Pero más allá de estas figuras legendarias, Tarso es un crisol de mitos, culturas y religiones que la convierten en un destino fascinante.
Los orígenes míticos de Tarso
La historia de Tarso se sumerge en la bruma de la mitología. Se dice que el río que atraviesa la ciudad, conocido en la Antigüedad como Cydnos, era un dios fluvial venerado por los primeros pobladores. Otra leyenda vincula el nombre de la ciudad con Pegaso y Belerofonte, el héroe griego que, tras perder el control de su caballo alado, cayó en la llanura de Cilicia y se lastimó el pie. De ahí el nombre “Tarsos”, que en latín significa “planta del pie”.

Otros relatos atribuyen la fundación de Tarso a figuras heroicas como Perseo, el vencedor de Medusa, o incluso al semidiós Hércules, quien fue identificado con el dios cilicio Sandón. Esta conexión con la mitología quedó plasmada en monedas antiguas donde aparecen representaciones del héroe griego.
Una ciudad de conocimiento y riqueza
Desde sus raíces en la civilización hitita, Tarso creció hasta convertirse en un centro clave del mundo antiguo. Fue mencionada en fuentes asirias del siglo IX a.C. y más tarde formó parte del Imperio persa antes de caer en manos de Alejandro Magno en el 333 a.C.
En la época romana, Tarso alcanzó su máximo esplendor. No solo era el centro administrativo de la provincia de Cilicia, sino también un emporio comercial vinculado al Mediterráneo. La ciudad llegó a tener más de 450.000 habitantes y se convirtió en un polo intelectual que rivalizaba con Atenas y Alejandría. Filósofos estoicos como Diógenes y Antípator enseñaron aquí, y su biblioteca albergó 200.000 volúmenes, siendo una de las más importantes del mundo antiguo.
Marco Antonio, cautivado por su esplendor, escogió Tarso como el escenario de su primer encuentro con Cleopatra en el 41 a.C. Se dice que la reina egipcia llegó navegando por el río Cydnos en una barcaza dorada, perfumada con esencias que hipnotizaron al general romano. Este episodio marcó el inicio de su trágica historia de amor y poder.
Lugar de encuentro espiritual
Tarso no solo fue un centro político y cultural, sino también un punto de referencia para diversas creencias.
- San Pablo y el Cristianismo temprano
Saulo de Tarso, más tarde conocido como San Pablo, nació en esta ciudad y recibió una educación refinada en filosofía y teología. Su conversión al cristianismo y sus viajes misioneros lo convirtieron en una de las figuras clave de la expansión de la nueva fe. Hoy, la Iglesia de San Pablo y el Pozo de San Pablo son lugares de peregrinación para los cristianos.
- La Cueva de los Siete Durmientes y la tradición islámica
Según la tradición islámica, la Cueva donde descansaron los Siete Durmientes, mencionada en la Sura Al-Kahf del Corán, se encuentra en Tarso. Durante siglos, ha sido un sitio de devoción y leyendas compartidas entre cristianos y musulmanes. También se encuentra aquí el mausoleo del Profeta Daniel.
- Influencia pagana y cultos antiguos
Desde tiempos precristianos, Tarso fue hogar de cultos religiosos que adoraban a dioses locales y grecorromanos. Se han hallado restos de templos dedicados a Zeus y Apolo, evidenciando su carácter multicultural.
De la Edad Media hasta los tiempos modernos
Tras la caída del Imperio Romano, Tarso fue disputada entre bizantinos y musulmanes, convirtiéndose en un bastión estratégico del Califato abasí. Más tarde, bajo dominio otomano, la ciudad floreció como un centro agrícola y comercial, siendo mencionada por viajeros como Evliya Çelebi y el cartógrafo Piri Reis.

Tarso se convirtió también en lugar de paso para los peregrinos cristianos que se dirigían por tierra a Jerusalén, y que aprovechaban el viaje para venerar los lugares de San Pablo y beber aguas del pozo que lleva su nombre.
En el siglo XIX, Tarso experimentó un renacimiento económico gracias a su conexión con el comercio mundial a través del puerto de Mersin. Durante la Primera Guerra Mundial, fue brevemente ocupada por los franceses hasta su integración definitiva en la República de Turquía.
Tarso Hoy: Un museo a cielo abierto
Visitar Tarso es recorrer una ciudad donde las huellas de la historia aún laten bajo los adoquines y los restos de antiguas civilizaciones conviven con la vida moderna. Uno de sus emblemas más famosos es la Puerta de Cleopatra, que según la tradición, fue atravesada por la reina egipcia cuando llegó a la ciudad para encontrarse con Marco Antonio. Esta antigua puerta es uno de los vestigios mejor conservados de la época romana y marca la entrada a un casco histórico repleto de tesoros arqueológicos.
En pleno centro se encuentra la antigua calzada romana, una de las vías más antiguas del mundo, con su sofisticado sistema de alcantarillado subterráneo. Caminar sobre sus piedras es retroceder siglos en el tiempo, al esplendor de una ciudad que fue un cruce de caminos entre Oriente y Occidente.
Para los peregrinos, la Iglesia de San Pablo y su pozo son lugares de enorme significado espiritual. La iglesia, de estilo medieval, se erige como testimonio del papel de Tarso en la difusión del cristianismo, mientras que el pozo, asociado al hogar de la familia de San Pablo, sigue atrayendo a creyentes que buscan bendiciones en sus aguas.
El pasado islámico de la ciudad también es evidente en la mezquita Ulu Camii, una de las más antiguas de la región, y en la tumba del profeta Daniel, venerada tanto por cristianos como por musulmanes. Estos lugares sagrados conviven con vestigios de cultos paganos, como las ruinas de templos dedicados a dioses grecorromanos.
Más allá de sus tesoros históricos, Tarso también ofrece espacios naturales impresionantes. La Cascada de Tarso, rodeada de exuberante vegetación, es un refugio de tranquilidad, mientras que el bosque de Karabucak invita a explorar la biodiversidad de la región. Quienes buscan experiencias más profundas pueden visitar la enigmática Cueva de Taşkuyu, con sus formaciones rocosas que parecen esculpidas por el tiempo.
Hoy, su riqueza histórica y su atmósfera evocadora la convierten en un destino imperdible para quienes buscan caminar entre ruinas, mitos y espiritualidad. En cada piedra de Tarso se esconde una historia, esperando ser descubierta.