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La Via Dolorosa, el camino de Jesús a la muerte

La Vía Dolorosa de Jerusalén recorre los lugares de la Ciudad Vieja que, según la tradición, Jesús caminó desde el momento de su condena a muerte hasta su enterramiento. Un antiguo texto apócrifo cristiano afirma que la primera persona en recorrerlo una y otra vez fue su propia madre, María. La peregrina Egeria, en el siglo IV, también menciona esa peregrinación.

Pero ¿cuál es el itinerario que realmente siguió Jesús? Es imposible saberlo con seguridad. La Jerusalén de los tiempos de Jesús era muy distinta de la actual Ciudad Vieja, cuyo recinto es otomano. La ciudad fue destruida y reconstruida muchas veces –por los romanos, los persas y los cruzados. El trazado original de las calles no es, ni remotamente, el actual.

Por ejemplo, la basílica del Santo Sepulcro está hoy en uno de los barrios de la ciudad; en tiempos de Jesús, el lugar estaba fuera de la muralla. Por razones similares, y durante siglos, los católicos de Jerusalén mantuvieron diversas opiniones sobre sobre dónde estaba realmente ubicado el tribunal de Pilato.

El recorrido que hoy conocemos quedó finalmente fijado en el siglo XVI. De las 14 estaciones de la Vía Dolorosa, nueve están al aire libre y cinco están dentro de la Basílica del Santo Sepulcro.

El itinerario comienza en lo que en época de Jesús era la fortaleza Antonia, cerca de la puerta de los Leones. De esta puerta quedan apenas un arco, el suelo del patio (Litóstroto) y las cisternas de agua construidas por Herodes. En este edificio estaba la guarnición romana que vigilaba la ciudad.

El lugar exacto donde Jesús recibió la condena no es transitable actualmente: allí se encuentra la escuela musulmana El Omarie. Así que la Via Dolorosa comienza a pocos metros, en un pequeño complejo de origen cruzado que contiene la iglesia de la flagelación y la iglesia de la condena, hoy gestionadas por la Custodia de Tierra Santa.

Desde este lugar, se toma la calle El Alam, hasta el cruce de la calle El Wad (la antigua Tiropeon), donde se encuentran las estaciones tercera, cuarta y quinta: la Primera Caída, el encuentro con la Madre, y el encuentro con el Cireneo.

Girando a la derecha, por la calle Ma’alot, se encuentran las estaciones de la Segunda Caída, de la Verónica y del encuentro con las mujeres de Jerusalén. Ya junto al Santo Sepulcro, junto a la cripta de santa Elena, está la novena estación (Tercera Caída).

Dentro de la iglesia del Santo Sepulcro, en la colina del Gólgota, están las estaciones del despojo de las vestiduras, la crucifixión y la muerte de Jesús. Al descender del Gólgota, la sepultura tiene lugar en el conocido edículo de mármol.

La influencia histórica de este pequeño camino es realmente impactante. Cuando después de perder Jerusalén, las peregrinaciones se hicieron casi imposibles, el Papa de la época pidió a los franciscanos que “replicaran” la Via Dolorosa por doquier para que la gente pudiera compartir la experiencia de hacer ese camino desde cualquier lugar. Así nació una de las tradiciones católicas más conocidas: el Vía Crucis.

De hecho, la imposibilidad de viajar a Jerusalén hizo que los católicos hicieran, en las calles de su propia ciudad, una Via Dolorosa por la que pasaban las escenas de la Pasión. Así nacieron las famosas procesiones de Semana Santa que atraen a millones de turistas cada año a Sevilla, a Málaga, o a Ayacucho.

Sin temor a exagerar, estos dolorosos 600 metros han sido de los más influyentes de la historia de la cultura occidental.

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