Las laberínticas calles de Estambul son el hogar de los sokak kedisi, gatos callejeros que se han convertido en testigos entrañables del pasado y el presente de la ciudad. Las estadísticas afirman que los estambulitas comparten las calles de la ciudad con aproximadamente 125.000 gatos. No es de extrañar que Estambul sea conocida como el mejor lugar del mundo para ser gato.
La ciudad es también el punto de partida del famoso Sendero del Sultán, una ruta de peregrinación que se extiende desde la vibrante metrópoli turca hasta las puertas de Viena, testigo de una convergencia única de historia, cultura y significado espiritual.
El Sendero del Sultán sigue los pasos del sultán Suleimán el Magnífico durante el Imperio Otomano. En 1529, el sultán inició una campaña que desembocaría en el sitio de Viena. En este ambicioso viaje, que comenzó en Estambul, el sultán conquistó países y asentamientos importantes en su camino hacia Austria. Pero a pesar de tres intentos de conquistar Viena (en 1529, 1532 y 1566), los esfuerzos de Suleimán resultaron infructuosos.
El camino que trazaron en estas campañas ha quedado inmortalizado como el Sendero del Sultán, hoy convertido, paradójicamente, en símbolo de paz, diálogo interreligioso y entendimiento entre los pueblos. La Ruta incluye lugares de gran significado, como Santa Sofía y la catedral de San Esteban en Viena.
El gato del Profeta
Al navegar por el tapiz histórico de Estambul, la presencia de gatos callejeros se entrelaza con el legado del Sendero del Sultán. Estos felinos, que deambulan por callejones y plazas, son testigos de los pasos de una época pasada, una época en la que Estambul no solo era un vibrante centro de comercio y cultura, sino también el punto de partida de viajes épicos que marcaron el curso de la historia.
En la tradición islámica que impregna la ciudad, se profesa un respeto especial a los gatos. La historia de Muezza, el gato preferido del profeta Mahoma, refleja el respeto que se profesa a estos animales.
La tradición afirma que Mahoma se despertó un día con el sonido del adhan. Mientras se preparaba para asistir a la oración, empezó a vestirse y descubrió que su gata Muezza dormía en la manga de su túnica. En lugar de despertarla, cortó suavemente la manga, dejando a la gata tranquila.
Aunque no se menciona a ningún gato de este tipo en el hadiz ni en ninguna otra obra complementaria, historias similares atribuidas a otra persona pueden explicar el origen de la historia.
En cualquier caso, esta veneración cultural por los gatos se extiende a su papel en la vida cotidiana, donde se les considera ritualmente limpios, se les permite la entrada en hogares y mezquitas, e incluso se les concede el privilegio de probar la comida sin que pierda su condición de halal.