Los crepes evocan a Francia, donde las elegantes pâtisseries y los cafés históricos ofrecen un acogedor refugio al visitante. Sin embargo, estas delicadas tortitas, con su versátil encanto, han trascendido sus raíces francesas para cautivar paladares de todo el mundo.
Orígenes: De las galettes rústicas a la elegancia culinaria
La historia de las crêpes comienza en Bretaña, una región del noroeste de Francia conocida por sus tierras fértiles y sus sólidas tradiciones culinarias. Ya en la Edad Media, los bretones preparaban tortitas rudimentarias con harina de alforfón, un cereal resistente introducido desde Asia Central. Esta harina, oscura y terrosa, se convirtió en la base de las primeras galettes, crepes saladas que reflejaban la sencillez rústica de la región.
Con el tiempo, la transición de la harina de alforfón a la de trigo, producto de la expansión y el refinamiento agrícolas, permitió elaborar crêpes más ligeras y dulces. En el siglo XIX, ingredientes como la mantequilla y el azúcar convirtieron a estas creaciones antaño humildes en símbolos de indulgencia, marcando su lugar en la refinada cocina francesa.
Crêpes, la Candelaria y tradiciones intemporales
Las crêpes encierran un rico entretejido de tradiciones, entre ellas su conexión con la Candelaria (La Chandeleur). Hace más de 1.500 años, durante el mandato del Papa Gelasio I, se sirvió a los peregrinos franceses un reconfortante plato a base de harina y huevos después de la procesión de la Candelaria. La forma dorada y circular de las crêpes se consideraba un símbolo del sol y la renovación, una acertada metáfora de la esperanza en el frío del invierno.
En la Francia rural, las crêpes también tenían un significado más práctico. Según las supersticiones, si no se preparaban el día de la Candelaria, se podía poner en peligro la cosecha. Para asegurar la buena suerte, la harina sobrante se transformaba en crêpes, anunciando la llegada de la primavera.
La versatilidad de las crêpes
Lo que hace que las crêpes sean universalmente apreciadas es su adaptabilidad. Ya sean dulces o saladas, sencillas o elaboradas, las crêpes ofrecen infinitas posibilidades para la creatividad.
Los crepes dulces se deleitan con añadidos mínimos, como limón y azúcar, o con rellenos decadentes, como chocolate para untar o frutas confitadas. Entre los más célebres está la Crêpe Suzette, un postre nacido a principios del siglo XX y servido flambeado con una salsa cítrica de Grand Marnier, una maravilla visual y gastronómica.
Las galettes saladas, a menudo elaboradas con harina de trigo sarraceno, son una alternativa robusta. Rellenas de jamón, queso, huevos o verduras, siguen siendo un producto básico en Bretaña. La Galette Complète – una armoniosa mezcla de huevo, jamón y queso – es una de las favoritas de siempre.
.

Crepes en el mundo
Los crepes han inspirado variaciones culinarias en todos los continentes. En Rusia, el blini, una versión más gruesa, suele acompañar al caviar o la crema agria. En Escandinavia, los crepes finos se acompañan de bayas, mientras que en algunas partes de Asia, los delicados crepes de harina de arroz aportan un toque único. Cada cultura adopta la flexibilidad inherente al crepe, mezclando sabores y tradiciones locales.
Cómo hacer la crêpe perfecta
Hacer crêpes es un proceso sencillo y gratificante.
- Ingredientes: La base es una simple mezcla de harina, huevos, leche, mantequilla y sal. Para crêpes dulces, añade azúcar y vainilla.
- Suavizar la masa: Batir los ingredientes hasta que no queden grumos. Deja reposar la masa durante 30 minutos para conseguir una textura uniforme.
- Equipamiento adecuado: Es esencial disponer de una sartén antiadherente para crêpes, que distribuya el calor por la base de manera uniforme.
- Técnica: Verter un cucharón de masa, dando vueltas a la sartén para cubrirla uniformemente. Dale la vuelta al cabo de un minuto.
Crêpe Suzette: La cumbre del arte crepero
Entre las recetas de crêpes, la Crêpe Suzette destaca por su sabor y su espectacularidad.
- La masa: Mezcla 125 gramos de harina, una pizca de sal y dos huevos. Añade poco a poco 250 mililitros de leche hasta obtener una mezcla homogénea. Añade 30 gramos de mantequilla derretida para enriquecer la masa. Deja reposar la masa durante al menos 30 minutos antes de cocinar las crêpes finas y doradas.
- La salsa Suzette: Derrite 80 gramos de mantequilla con la misma cantidad de azúcar en una sartén grande hasta que se caramelice. Incorpora el zumo de dos naranjas y un limón, junto con su ralladura, y reduce la mezcla hasta obtener un glaseado brillante y perfumado. Dobla las crêpes en cuartos y sumérgelas en la salsa, dejando que se impregnen de su sabor.
- El flambeado: Para un acabado deslumbrante, calienta 50 mililitros de Grand Marnier o Cointreau y viértelos sobre las crêpes. Enciende con cuidado el alcohol para crear un breve y ardiente espectáculo que realce el aroma cítrico del plato.
Tanto si se sirven en un bullicioso café parisino como si reinventan en cocinas de cualquier lugar del mundo, las crêpes siguen siendo un testimonio del ingenio culinario. Su capacidad para traspasar las fronteras culturales sin perder su alma francesa es un recordatorio de cómo la comida nos conecta a través de sabores compartidos y tradiciones atemporales.