Un peregrino es alguien que emprende un viaje a un lugar considerado sagrado, en busca de una experiencia trascendental. Si bien la palabra latina peregrinus significa literalmente el que ha venido de lejos, un peregrino no es un simple turista: el propósito del viaje no es el de un mero cambio de aires. El peregrino está en camino hacia un destino, física y espiritualmente.
Para un peregrino, la meta no es necesariamente lo único importante del viaje. Si ese fuese el caso, utilizar el medio de transporte más rápido para llegar hasta allí sería lo más razonable. También es importante la ruta en sí. La experiencia de ponerse en camino, de dejar algo atrás, de comprometerse a dar un paso tras otro y ponerse a prueba es fundamental. La ruta elegida debe implicar algún tipo de esfuerzo para que sea significativa, para que tenga sentido.
Un peregrino emprende el viaje para deshacerse de lo superfluo y lo innecesario. Sin llevar nada más que una mochila, un peregrino lucha con el agotamiento, experimenta sus propias limitaciones y encuentra una nueva sensación de libertad al aprender a vivir en el camino con sólo un puñado de cosas.
El peregrino comparte el camino con otros, y conoce todo tipo de gentes mientras camina. El camino difumina todo tipo de fronteras (nacionales, sociales, culturales, raciales, religiosas, etc.) y reúne a la gente en una experiencia espiritual y física compartida.