Entre los católicos, los lugares en los que tradicionalmente se considera que María se ha aparecido a lo largo de la historia suelen ser destinos naturales de peregrinación. Las autoridades eclesiásticas han reconocido oficialmente muy pocas, y creer en estas apariciones no es un asunto obligatorio para los católicos. Sin embargo, la figura de la virgen y los eventos y lugares asociados a ella atraen a millones.
En los cinco continentes hay lugares donde supuestamente ha habido apariciones marianas –Kibeho, Akita, Fátima. El santuario más visitado del mundo es el de Guadalupe, en México, levantado en el lugar en el que la tradición afirma que la Virgen se apareció a Juan Diego Cuauhtlatoatzin en 1531. Sin embargo, es en Europa donde se han producido más apariciones, tanto en los primeros siglos del cristianismo, como en la historia reciente.
La primera aparición conocida se produjo en la Hispania Romana. La tradición local cuenta que la Virgen se apareció al apóstol Santiago y a los primeros cristianos de la Península (los legendarios Varones Apostólicos) en las orillas del río Ebro, mientras ella aún estaba viva al otro lado del Mediterráneo, en Jerusalén.
Hoy en día, una imponente basílica se erige en este lugar, y forma parte de dos caminos de peregrinación: la Ruta Mariana, que conecta cinco santuarios entre España, Andorra y Francia, y (por razones obvias) el Camino de Santiago.
¿Qué se sabe de esta primera aparición?
Según la tradición medieval, María se apareció en Caesaraugusta (la actual Zaragoza) en carne y hueso sobre una columna el 2 de enero del año 40, para consolar a Santiago y dar su apoyo a la incipiente comunidad cristiana ibérica.

De aquella aparición quedó una columna de jaspe conocida (precisamente, el pilar) como testimonio de esta visita, alrededor de la cual Santiago y estos varones habrían edificado una primitiva capilla de adobe a orillas del río. En teoría, esta habría sido la primera iglesia dedicada a la Virgen en la historia del cristianismo.
Desde luego, se trata una tradición oral que se recopiló por primera vez en un texto escrito vez en el siglo XIII – esto es, un siglo y medio después de que los cristianos reconquistaran la ciudad a los musulmanes.
Existe un relato anterior de un monje del siglo XI, llamado Aimoino, en el que se menciona una iglesia mozárabe en Saraqusta (el nombre islámico de Zaragoza) dedicada a Santa María, en el mismo lugar donde hoy se encuentra la Basílica del Pilar. Como la construcción de nuevas iglesias cristianas no estaba permitida durante la dominación islámica, se supone que esta iglesia debía haber estado allí desde antes.
Lo cierto es que, desde que volvió a manos cristianas, la devoción Aragonesa no hizo sino crecer. Desde entonces, la basílica se ha convertido en un lugar de peregrinación por excelencia – y en escenario de algunos milagros legendarios. Los dos más famosos son la resurrección de la reina Blanca de Navarra y el llamado “milagro de Calanda” – un joven tullido a quien le volvió a crecer, milagrosamente, su pierna amputada.
¿Qué se venera en la basílica?
El verdadero objeto de devoción en el Pilar no es la imagen de la Virgen, que es obra de un orfebre del siglo XV, sino el pilar. La tradición afirma que la famosa columna no se ha movido de su sitio desde el siglo I.
Se trata de una columna de jaspe de 1,77 metros de altura, escondida en un forro de bronce y otro de plata superpuestos. Por encima cuelga un manto ricamente bordado. La piedra original solo se puede ver por una pequeña abertura –esto, para evitar su erosión: los fieles la han tocado, besado, y abrazado durante siglos.
El pilar ha sido venerado por reyes, nobles e instituciones de todo tipo a lo largo de la historia. Cada año, la fiesta del 12 de octubre reúne a miles de personas en procesiones, ofrendas florales y diversas actividades culturales y religiosas. La Virgen del Pilar también ha influido en la literatura, la música y el arte español, desde la edad media temprana hasta la actualidad –incluido el Premio Nobel de Literatura en 1922, Jacinto Benavente.