“Caminar es rezar con los pies”, dijo Agustín de Hipona, y no estaba del todo equivocado. Pero incluso los pies – herramientas indispensables en caminos polvorientos y rutas interminables – necesitan el combustible adecuado. Ese combustible, por supuesto, es la comida.
Entre conchas colgantes y mapas manoseados, la mochila de un peregrino debe contener siempre provisiones que nutran el cuerpo sin sobrecargarlo con peso innecesario. Después de todo, toda peregrinación es un camino para estar a solas con uno mismo, pero resulta mucho más fácil meditar cuando el estómago no está rugiendo.
¿Tienes dudas sobre qué llevar? Inspírate en los santos, los viajeros medievales y los aventureros de hoy en día. ¡Átate las botas y prepara tu paladar!
🍞 Pan: El pilar del peregrino
Francisco de Asís, maestro de la sencillez, podría aconsejarte: “Lleva solo lo esencial”. Y ¿qué es más esencial que el pan?
El pan ha sido, desde siempre, el alimento por excelencia de los viajeros: compacto, nutritivo y simbólico. Una hogaza consistente, como el pan integral o con semillas, dura varios días, proporciona energía sostenida y cabe perfectamente en la mochila. Si buscas un toque gourmet, considera el pan de centeno, rico en fibra y prácticamente indestructible cuando se almacena bien.
Consejo del peregrino: No tires el pan duro, si es de buena calidad. Remójalo en agua, añade un chorrito de aceite de oliva y acompáñalo con tomate o queso para disfrutar de un banquete sencillo en el camino.
🍏 Manzanas: La fruta bendita
Después de horas caminando bajo el sol o la lluvia, una simple manzana puede sentirse como una revelación. Teresa de Ávila solía decir: “Dios está entre los pucheros” – y quizá también entre los manzanos.
Prácticas, resistentes y refrescantes, las manzanas ofrecen un bocado de dulzura crujiente que rejuvenece tanto el espíritu como el cuerpo. A diferencia de los plátanos, que suelen terminar convertidos en una papilla dulzona dentro de la mochila, las manzanas se mantienen tras kilómetros de sacudidas.
Pro tip: Para una opción aún más ligera, lleva rodajas de manzana deshidratada. Compactas y dulces, brindan energía instantánea sin añadir peso.
🧀 Queso curado: Proteína con personalidad
La peregrinación puede implicar sacrificio, pero el sabor no tiene por qué ser uno de ellos. Un trozo de queso curado, además de combinar perfectamente con el pan, aporta proteínas y un toque reconfortante en cada bocado. Además, se conserva bien sin necesidad de refrigeración.
La moderación fue clave para Benito de Nursia, conocido por su disciplina, y lo mismo aplica aquí. Un pequeño trozo de queso con carácter (aunque mejor evitar los de olor fuerte) – un manchego curado, virutas de parmesano o un cheddar intenso—es suficiente para elevar el caché de una comida sencilla.
🍫 Chocolate negro: El arma secreta del peregrino
Cuando el cansancio es extremo y tus piernas pesan como el plomo, es hora de recurrir a tu arma secreta: el chocolate negro. No el que se derrite fácilmente, sino una tableta contundente con al menos un 70% de cacao. Rico en antioxidantes y energía, también es un gran aliado para levantar el ánimo cuando el camino se pone cuesta arriba.
Como creía Hildegarda de Bingen, mística y promotora de la medicina natural: “No hay mejor remedio que la alegría”. Y pocas cosas traen tanta alegría como masticar un cuadrado de chocolate después de una subida agotadora.
Consejo práctico: Corta la tableta en trozos pequeños antes de empezar la caminata para evitar complicaciones a mitad del trayecto.
🥜 Frutos secos y deshidratados: Energía a puñados
Almendras, nueces, avellanas y pasas son pequeñas fuentes de energía, proteínas y grasas saludables. Ligeros y de larga duración, son ideales para darte un empujón rápido durante los tramos más exigentes.
Ignacio de Loyola, célebre por su resiliencia, sin duda habría apreciado un puñado de frutos secos para mantener la fuerza y la determinación.
Idea creativa: Añade una pizca de sal marina a tu mezcla para reponer los minerales perdidos a través del sudor.
🍪 Un “caprichito” extra
Todo esfuerzo merece un toque de indulgencia. Ya sea una galleta sabrosa, un caramelo o una pequeña porción de tu dulce favorito, merece la pena llevar algo que te cause pura satisfacción.
Como dijo Felipe Neri: “Un santo triste es un mal santo”. Un pequeño toque de alegría– como una galleta crujiente o una golosina – puede mantener el ánimo en alto cuando el camino parece no tener fin.
El equilibrio del peregrino: sencillez, nutrición y gratitud
La mochila bien preparada de un peregrino es tanto una cuestión de practicidad como de crear momentos de contemplación y reflexión. Cada bocado puede convertirse en un pequeño ritual, una pausa para agradecer el camino recorrido y el que queda por delante.
Ya sea que te dirijas a Santiago, Jerusalén o a un santuario cercano, deja que el consejo de Catalina de Siena te guíe: “Haz lo que tengas que hacer, y hazlo con todo tu corazón”. A veces, eso significa saborear un humilde trozo de pan y queso bajo un cielo abierto.
¡Buen camino y buen provecho!
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