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El héroe que salvó la abadía de Montecassino y su legado cultural

Cuando un peregrino llega a la Abadía de Montecassino, el gran centro espiritual fundado por San Benito de Nursia, al final del Cammino di San Benedetto, queda impresionado por la grandeza y la belleza de sus muros, y por la paz en la altitud. Pero todo esto estuvo a punto de perderse en el siglo XX, de no ser por el coraje de un hombre, tan grande como humilde.

La historia de la Segunda Guerra Mundial está repleta de actos de destrucción, pero también de gestos heroicos, algunos casi anónimos, que permitieron salvar fragmentos irremplazables de la cultura universal. Uno de estos héroes es Julius Schlegel, un oficial del ejército alemán que, enfrentándose a sus superiores y arriesgando su carrera, logró proteger los tesoros históricos de la abadía de Montecassino, un lugar emblemático tanto para el mundo del arte como para la espiritualidad occidental.

Montecassino Abbey

Una petición desconcertante

Montecassino en 1898
Montecassino: el monasterio antes de su destrucción (xilografía de Barberis 1898).

El 14 de octubre de 1943, la tranquilidad en la abadía benedictina de Montecassino, situada en el corazón de Italia, fue interrumpida por la llegada de dos oficiales del ejército alemán. El teniente coronel Julius Schlegel y el capitán médico Maximilian Becker solicitaron una reunión urgente con el abad para proponer algo inaudito: evacuar todos los tesoros artísticos y documentos históricos, incluidas las reliquias de san Benito, el fundador de los benedictinos y padre del monaquismo occidental, a un lugar seguro.

La reacción inicial del abad fue, como era de esperar, de total rechazo. Era bien sabido que durante la guerra, los nazis habían saqueado innumerables obras de arte en toda Europa. Además, tanto los Aliados como el mariscal alemán Albert Kesselring habían asegurado que la abadía no sería objetivo militar. ¿Por qué entonces deberían confiar en aquellos oficiales?

Pero Schlegel y Becker actuaban movidos por razones personales más profundas. Schlegel, historiador del arte en tiempos de paz, austríaco y ferviente católico, comprendía perfectamente el incalculable valor cultural y espiritual de Montecassino. Con la invasión aliada de Italia en marcha y el frente avanzando hacia Roma, él sabía que la abadía, ubicada justo en la Línea Gustav, no estaría a salvo por mucho tiempo.

La decisión

La suerte, o tal vez el destino, jugó a favor de Schlegel. Pocos días después, un bombardeo aliado en las cercanías convenció al abad de que el peligro era real. Finalmente, aceptó el plan, con una condición irrenunciable: todos los bienes serían trasladados directamente al Vaticano y los propios monjes acompañarían el proceso para garantizar su seguridad.

julius schlegel
Gregorio Vito Diamare, abad de la abadía de Montecassino (izquierda, con la cruz pectoral) supervisa el embalaje de las obras de arte de la abadía. Junto a él el Oberstleutnant (Teniente Coronel) alemán Julius Schlegel (derecha, con uniforme de campaña).

Lo que siguió fue una operación titánica. Schlegel utilizó los camiones y soldados de su propia división para organizar el traslado. Este acto de atrevimiento le valió la sospecha de sus superiores, quienes inicialmente lo acusaron de estar saqueando los tesoros de la abadía. Solo la intervención de los propios monjes, que confirmaron la nobleza de sus intenciones, y la aprobación tardía de Kesselring permitieron que la misión continuara.

Un tesoro de la humanidad puesto a salvo

Gracias a la determinación de Schlegel, se salvaron más de 70.000 volúmenes y 1.200 manuscritos, muchos de ellos irremplazables: obras originales de autores como Séneca, Ovidio y Cicerón, además de pinturas de maestros como Leonardo da Vinci, Tiziano y Tintoretto. En aquel momento, la abadía también albergaba importantes piezas procedentes del Museo de Capodimonte de Nápoles, que habían sido trasladadas allí para protegerlas de los bombardeos.

Incluso las reliquias de san Benito y santa Escolástica, y otros objetos sagrados, fueron cuidadosamente evacuados. Los monjes y muchos habitantes de la zona, conscientes al fin del riesgo, también fueron llevados a lugares más seguros.

El desastre que confirmó sus temores

Montecassino destruida
18 de mayo de 1944: Una vista aérea del Monasterio mostrando su completa destrucción. Imperial War Museum

Dos meses después, las peores sospechas de Schlegel se hicieron realidad. A pesar de las garantías dadas a la Santa Sede de que la abadía no sería un blanco militar, los Aliados decidieron bombardear Montecassino el 15 de febrero de 1944. En una acción que ha sido duramente criticada por historiadores y que incluso Estados Unidos reconoció como un error en 1969, la abadía quedó reducida a escombros. Lo más trágico es que, en el momento del ataque, no había tropas alemanas dentro del recinto, como más tarde se confirmó.

El asalto a Montecassino, que se prolongó durante meses y requirió cuatro ofensivas distintas, se cobró decenas de miles de vidas sin lograr avances significativos. La destrucción de la abadía sigue siendo, hasta hoy, uno de los episodios más controvertidos de la Segunda Guerra Mundial.

Reconstruir el pasado, agradecer el futuro

Afortunadamente, la previsión de Julius Schlegel no solo salvó los tesoros artísticos y religiosos, sino también los planos arquitectónicos de Montecassino, que resultaron fundamentales para su reconstrucción en 1955. Gracias a ellos, la abadía pudo levantarse de nuevo con fidelidad al diseño original, permitiendo que las generaciones actuales y futuras puedan admirarla tal y como fue concebida.

Julius schlegel
Placa conmemorativa de Julius Schlegel (Viena, Pokornygasse 5). Por GuentherZ – Obra propia, CC BY 3.0

El reconocimiento a Schlegel por su gesta fue, como él mismo habría deseado, modesto pero profundo. Cuando los monjes, profundamente agradecidos, le preguntaron cómo podían recompensarle, él pidió algo sencillo: una misa en su nombre. Aunque el abad insistió en entregarle un pergamino en latín certificando sus acciones, Schlegel nunca buscó fama ni honores.

Aquel documento y el testimonio de los monjes resultaron, sin embargo, cruciales. Tras la guerra, durante los juicios de Núremberg, aquel pergamino fue una de las pruebas que evitaron que Schlegel fuera condenado como criminal de guerra, distinguiéndolo como un hombre que había arriesgado todo por el bien de la humanidad.

Un legado imborrable

Hoy, la historia de Julius Schlegel continúa siendo un símbolo de cómo, incluso en los momentos más oscuros de la humanidad, la voluntad y el coraje individuales pueden preservar lo más valioso de nuestra cultura y espiritualidad. La abadía de Montecassino, reconstruida y orgullosa, permanece como testigo de su heroísmo.

Como recoge el sitio web oficial de la abadía, la memoria de Schlegel vive en cada piedra y cada manuscrito que él ayudó a proteger, recordándonos que la verdadera grandeza no siempre se encuentra en la victoria, sino en los actos desinteresados que salvan lo mejor de nosotros mismos.

Más información en la web oficial de la abadía:

Montecassino Foundation

Way of St Benedict

Entrada también disponible en: English Italiano

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