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Abu Simbel: Una antigua peregrinación a la frontera de Egipto

Hermoso paisaje del Nilo a la entrada del templo de Abu Simbel murarart - Shutterstock
Hermoso paisaje del Nilo a la entrada del templo de Abu Simbel murarart - Shutterstock

Abu Simbel, un impresionante complejo de templos excavados en los acantilados del sur de Egipto durante el reinado de Ramsés II (c. 1264–1244 a.C.), es mucho más que una maravilla arquitectónica. Situado en la frontera nubia controlada por Egipto, este lugar constituía tanto una declaración política como un centro espiritual.

Para los antiguos viajeros y peregrinos, Abu Simbel era un sitio de asombro y devoción, que atraía visitantes desde el valle del Nilo y más allá para rendir homenaje a los dioses y al faraón que los personificaba.

Una frontera significativa

Ubicado cerca de la Segunda Catarata del Nilo, Abu Simbel fue construido en una región rica en oro, ébano y marfil, recursos valiosos que sustentaban la economía egipcia y extendían su influencia sobre Nubia. Ramsés II, uno de los constructores más prolíficos de Egipto, eligió esta ubicación para proyectar el dominio egipcio y afirmar su papel como intermediario divino entre los humanos y los dioses.

El complejo consta de dos templos excavados en la roca: el Gran Templo, dedicado a Ramsés II y a los dioses Amon, Ra-Horajti y Ptah, y el Pequeño Templo, consagrado a su reina Nefertari y a la diosa Hathor.

La ubicación del complejo era estratégica. Actuaba como un centinela de la cultura egipcia, dando la bienvenida a los viajeros que navegaban por el Nilo, y al mismo tiempo proclamaba la autoridad divina del faraón.

Los peregrinos que llegaban a Abu Simbel se encontraban con enormes estatuas de Ramsés II, talladas directamente en la roca. Estas figuras colosales, de casi 20 metros de altura, representaban al faraón como un rey-dios, sentado y contemplando el Nilo. No solo eran guardianes del templo, sino también símbolos del poderío de Egipto.

El Gran Templo: Un viaje sobrenatural

Para los antiguos peregrinos, el Gran Templo representaba un viaje espiritual al corazón del mundo religioso egipcio. Más allá de su imponente fachada, los visitantes pasaban por una serie de cámaras, cada una más sagrada que la anterior.

Las paredes estaban cubiertas con relieves que mostraban a Ramsés II en roles divinos y militares: haciendo ofrendas a los dioses, recibiendo bendiciones y triunfando sobre los enemigos de Egipto, incluida la famosa Batalla de Qadesh. Estas imágenes reforzaban el papel dual del faraón como guerrero y mediador del poder divino.

INterior Abu Simbel
Interior del Gran Templo de Ramsés II al amanecer

El santuario más interno del templo, un espacio oscuro e íntimo, albergaba cuatro estatuas sentadas: Amon, Ra-Horajti, Ptah y el propio Ramsés II. Dos veces al año, durante los alineamientos solares en febrero y octubre, la luz del sol penetraba hasta el fondo del templo, iluminando tres de las estatuas (dejando a Ptah, asociado con el inframundo, en penumbra). Este fenómeno era un testimonio de la precisión arquitectónica del templo y de su poder cósmico simbólico, marcando momentos clave del calendario agrícola y religioso.

Para los peregrinos, presenciar este evento solar o realizar ofrendas y plegarias en las cámaras sagradas del templo debía ser una experiencia espiritual profunda, que los conectaba con los dioses y con la presencia divina del faraón.

El Pequeño Templo: Devoción a Hathor y Nefertari

El cercano Pequeño Templo, dedicado a Hathor y Nefertari, subrayaba el papel sagrado de la reina y el equilibrio entre las energías masculina y femenina en la espiritualidad egipcia. Aunque más modesto en tamaño, no era menos significativo. Su fachada presentaba estatuas de Nefertari junto a Ramsés II, una representación inusual que elevaba su estatus casi al mismo nivel que el del rey, destacando su importancia.

Abu Simbel Nefertari
Nefertari junto a Hathor e Isis, representadas en el Pequeño Templo

En su interior, los relieves celebraban a Hathor, diosa del amor, la música y la maternidad. Los peregrinos que entraban a este espacio probablemente sentían una presencia divina más suave y acogedora, que complementaba la majestuosidad y autoridad del Gran Templo. Juntos, los dos templos creaban un paisaje espiritual completo, honrando a los dioses, al faraón y al equilibrio de las fuerzas cósmicas.

Un lugar sagrado bajo la arena

Con el paso de los siglos, los templos de Abu Simbel cayeron en desuso y las arenas comenzaron a invadir el lugar. Para el siglo VI a.C., gran parte del Gran Templo estaba enterrado, y las colosales estatuas eran visibles solo desde la cintura hacia arriba.

Los templos permanecieron olvidados para el mundo hasta su redescubrimiento en el siglo XIX por el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt y, posteriormente, la excavación dirigida por Giovanni Belzoni. Sus informes reintrodujeron Abu Simbel en la cultura mundial, despertando el interés por el antiguo Egipto y su legado.

Reubicación y preservación: El legado de Abu Simbel

En la década de 1960, la construcción de la presa alta de Asuán amenazó con sumergir Abu Simbel bajo las aguas del Lago Nasser. En un esfuerzo monumental de ingeniería y cooperación internacional, los templos fueron desmontados y reubicados en un terreno más elevado. Más de 3.000 años después de su construcción, Abu Simbel se convirtió en un nuevo tipo de lugar de peregrinación: un símbolo de la capacidad humana para preservar la historia.

Hoy en día, los visitantes de Abu Simbel pueden experimentar su grandeza casi como lo hacían los antiguos peregrinos, maravillándose ante la inmensidad de sus estatuas y los intrincados detalles de sus relieves. Aunque los templos han cambiado de lugar, su poder para inspirar permanece intacto, conectándonos con una época en la que la fe, el poder y el arte se entrelazaban en las orillas del Nilo.

Abu Simbel sigue siendo un recordatorio de las ambiciones espirituales y políticas del antiguo Egipto, y de los grandes imperios en general. Para los peregrinos que viajaron hasta sus puertas, era un lugar donde los cielos tocaban la tierra, donde los dioses y los mortales se encontraban, y donde el legado del faraón quedaba grabado en piedra.

Incluso en su nueva ubicación, los templos continúan cautivando, ofreciendo a los visitantes modernos una visión de las profundas y arraigadas creencias de una de las civilizaciones más grandiosas de la historia.

 

Entrada también disponible en: English Italiano

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