Se puede ir a caballo, a pie como los antiguos romanos (allí comenzaba la Via iuxta Danuvium, la carretera romana más importante de la frontera norte del Imperio). O incluso en barco por el río, atravesando la impactante muralla rocosa conocida como Garganta del Danubio cerca de Kelheim. Y si hace buen tiempo, vale la pena pasar un buen rato en el biergarten instalado en el antiguo claustro, saboreando sin prisas una Kellerbier o una Barock Dunkel.
Empieza el Oktoberfest, la fiesta más internacional de Alemania, y la cervecería del monasterio de Weltenburg se convierte sin duda en uno de los destinos más solicitados del país. Por supuesto, no se puede decir que la Weltenburger sea la mejor cerveza del mundo, pero tiene ya seis medallas (tres de oro) en la Copa Mundial de la Cerveza, y tres European Beer Star, el prestigioso galardón europeo, además de otras 50 medallas de oro en otros concursos gastronómicos.
Hablar de Weltenburg es hablar de solera: se trata de la segunda cervecería monástica en activo más antigua del mundo, con casi mil años de actividad (año 1050). El trono de la antigüedad absoluta lo ostenta Weihenstephan, fundada apenas diez años antes (aunque sobre esto los historiadores manifiestan sus dudas, pues en los anales del monasterio de Weltenburg parece que su primer maestro cervecero murió en 1035… pero mejor dejemos el debate antes de que corra la sangre).
Monasterio milenario
El bello meandro del Danubio en el que se erige la abadía benedictina de Weltenburg lleva siendo habitado desde el Neolítico, según los arqueólogos que han excavado la zona. En la era antigua, por su cercanía al limes (la frontera que dividía el Imperio romano de los pueblos bárbaros), era una zona fuertemente militarizada, y de hecho también se han encontrado los restos de un fortín.
La tradición afirma que los irlandeses Eustasio y Agilo, discípulos de san Columbano, fundaron el primer monasterio en este lugar en el año 617. Por tanto, este lugar conecta con la primera evangelización de Alemania, llevada a cabo por la misión hiberno-escocesa durante dos siglos. La colosal gesta religiosa y cultural llevada a cabo por los monjes irlandeses en la Alta Edad Media permanece aún en la imponente red de monasterios que dejaron en toda Europa, especialmente los Schottenklöster alemanes. Y también, cómo no, en las muchas rutas de peregrinación que atraviesan Irlanda a los lugares de nacimiento de estos frailes aventureros.
Por tanto, Weltenburg lleva en pie más de mil cuatrocientos años y ha pasado por muchas vicisitudes, guerras y conflictos, hasta su expropiación en 1803 y su reapertura en 1842 como abadía benedictina. Obviamente, el edificio actual no procede de esa época, sino de su reforma en época barroca (siglo XVIII). Mantiene una hospedería para peregrinos (el Camino de Santiago desde Munich pasa cerca, así como otras rutas religiosas locales). La cervecería fue inaugurada en el año 1050, y ha continuado de forma prácticamente ininterrumpida hasta hoy.
El arte de hacer cerveza
Los alemanes no inventaron la cerveza, pero la convirtieron en tesoro nacional. Y si hay un lugar en el mundo que pueda considerarse cuna de la cerveza, es Baviera; más concretamente, el cinturón de monasterios que, además de Weltenburg, incluye Ettal, Andechs y la ya mencionada Weihenstephan.
De hecho, aunque el Oktoberfest sea el festival de la cerveza más conocido internacionalmente, en Baviera se celebra otro festival en marzo, el Starkbierfest, directamente relacionado con la vida de los claustros. Stark bier significa literalmente «cerveza fuerte», y tiene que ver con las cervezas más maltosas y calóricas, doppelbock, llamadas también «pan líquido», que los monjes preparaban para afrontar los rigores del ayuno de la Cuaresma.
Aunque los monasterios alemanes comenzaron fermentando cerveza según el método ale, hoy producen sobre todo lager estilo Märzen, llamadas así porque empezaban a fabricarse en el mes de marzo. En el catálogo de cervezas de Weltenburg destacan las de trigo y sobre todo la Barock Dunkel, suave y rojiza, que ha ganado ya tres premios mundiales. Para muchos entendidos en producción de cerveza, la clave de su exquisitez es, entre otras cosas, la gran calidad del agua bávara, una de las menos alcalinas de Europa.
Pero Weltenburg es mucho más que un biergarten de moda: es un monasterio en activo, con una comunidad de monjes benedictinos y una gran tradición de acogida y hospitalidad. Merece la pena una visita guiada a sus dependencias para aprender no sólo sobre elaboración de cerveza, sino también sobre la vida monástica de ayer y de hoy. Y sobre todo, merece la pena disfrutar de la paz y belleza del lugar.