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Ramla, encrucijada viva en el Camino a Jerusalén

Vista de la ciudad de Ramla desde la ventana de la Mezquita Blanca Lerner Vadim - Shutterstock
Vista de la ciudad de Ramla desde la ventana de la Mezquita Blanca Lerner Vadim - Shutterstock

A medio camino entre Jaffa y Jerusalén, se extiende una ciudad que, a pesar de su relativa discreción en los mapas turísticos, guarda en sus calles una densidad de historias, culturas y memorias pocas veces igualada en Tierra Santa. Ramla no solo ha sido testigo del paso de reyes, profetas, comerciantes y peregrinos. Es, hasta hoy, un lugar donde lo espiritual y lo cotidiano conviven con naturalidad.

Su nombre proviene del árabe raml, que significa «arena». Fundada entre los años 705 y 715 por el califa omeya Sulayman ibn Abd al-Malik, Ramla fue concebida como una ciudad nueva, erigida no sobre ruinas antiguas, sino como un centro planificado para sustituir a la vecina Lydda – hoy Lod – como capital del distrito de Palestina. Esta decisión no fue meramente estratégica; también tuvo una carga simbólica y cultural: fundar una ciudad con vocación de cruce, de intersección de mundos.

Hoy, Ramla recupera su papel como etapa clave en el Camino a Jerusalén, el itinerario milenario que han seguido peregrinos de las tres religiones monoteístas para llegar a la Ciudad Santa. No es solo un lugar de paso, sino un umbral donde historia, fe y convivencia siguen entrelazadas.

Donde los mundos se encuentran

Ramla, by Konrad Grünenberg: description of the journey from Konstanz to Jerusalem (1487)
Ramla, por Konrad Grünenberg: descripción del viaje de Constanza a Jerusalén (1487)

Desde sus inicios, Ramla fue un mosaico humano. Musulmanes, cristianos, judíos y samaritanos compartieron espacio, trabajo, mercado y oración. Su emplazamiento, justo en la intersección de la Vía Maris – la ruta entre Egipto y Siria – y el camino que conecta el puerto de Jaffa con Jerusalén, la convirtió en punto de paso obligado para quienes iban y venían a Jerusalén y a la Meca.

Durante la época cruzada, algunos cristianos identificaron a Ramla con la bíblica Arimatea, el lugar de origen de José de Arimatea, aquel que ofreció su sepulcro para el cuerpo de Jesús. No era una comparación casual. El simbolismo de una ciudad donde se cruzan sepulcros, profetas y rutas sagradas añadía al lugar un eco devocional, especialmente potente para los peregrinos.

La cercanía con Lydda, antigua ciudad cristiana donde los Hechos de los Apóstoles afirman que evangelizó el mismo San Pedro, refuerza este carácter de frontera cultural. Lydda había sido un importante centro del cristianismo desde la época romana, y su declive coincidió con el auge de Ramla como capital musulmana. En ese tránsito, más que una ruptura, se dibuja una continuidad de tradición espiritual que hoy se percibe aún en los caminos que serpentean entre ambas ciudades.

Great Umari Mosque of Ramle

Más que una etapa del Camino

Para quienes recorren el Camino a Jerusalén, Ramla representa mucho más que una parada entre Jaffa y la Ciudad Santa. Es una ciudad que habla no solo desde sus monumentos, sino desde su gente.

Lo expresa con emoción Ron Peled, director del Museo de Ramla:

“Ir de Jaffa a Jerusalén es como lo hacían las personas hace unos 3.000 años. No importa si eres judío, musulmán, cristiano o incluso si no eres religioso, es asombroso porque realmente es un camino antiguo.”

El museo que dirige está ubicado en el antiguo ayuntamiento de la ciudad, un edificio que desde 1948 fue testigo de los múltiples cambios del tejido urbano y social. Dentro, las vitrinas no solo conservan monedas antiguas o fragmentos de cerámica. Custodian también los relatos cruzados de quienes han habitado esta tierra.

“El museo habla de la historia de Ramla desde que fue fundada por los musulmanes en el siglo VIII. Fue la primera ciudad fundada por musulmanes en la tierra de Israel”, explica Ron. “Tenemos monedas de los judíos, cristianos, samaritanos y musulmanes que vivieron en la ciudad en esa época y también hoy.”

Saint Nicodemus Monastery

Tejido humano vivo

Fuera del museo, el latido de Ramla se percibe especialmente en su mercado, que bulle con una energía única, sobre todo los miércoles. Establecido en época otomana y renovado bajo el mandato británico, el mercado de Ramla se convirtió con el tiempo en un referente. Colmado de olores, acentos, sabores y colores, este espacio refleja como pocos la diversidad de la ciudad.

“El mercado está a menos de 50 metros del museo y se encuentra en la ruta de Jaffa a Jerusalén. Es asombroso porque en el mercado puedes ver tanto a judíos como a cristianos y musulmanes, y puedes comer de todo”, comenta Ron.

The Wednesday market in Ramla
El mercado de Ramla en miércoles

Allí, el peregrino puede detenerse no solo a comprar pan caliente o especias aromáticas, sino también a escuchar. Las historias se filtran entre los puestos como el humo de los hornillos. Y lo que se escucha no es solo lo que dicen los vendedores, sino la memoria acumulada de generaciones que han convivido entre esas paredes.

Esa convivencia cotidiana ha llevado a muchos a referirse a Ramla como “una pequeña Jerusalén”. No por la monumentalidad de sus edificios, sino porque en su escala más íntima condensa la misma diversidad.

“Yo llamo a Ramla una pequeña Jerusalén porque tienes todo lo que hay en Jerusalén, pero mucho más pequeño”, resume Ron Peled.

Ron Peled welcomes pilgrims to Jerusalem at the Ramla Museum
Ron Peled da la bienvenida a los peregrinos a Jerusalén en el Museo de Ramla. Cortesía The Way to Jerusalem

La ciudad funciona como una miniatura viva de lo que significa habitar juntos. La convivencia no se predica, se practica. Y se bebe en tazas de café compartidas.

“Cada mañana, tomo café en la Gran Mezquita de Ramla. Soy judío y voy al Centro del Patrimonio Mundial de los caraítas, otra secta del judaísmo, y a veces tomo café con Abuna Abdul Masif, el párroco de la iglesia católica, que es egipcio y vive en Ramla.”

El alcalde de la ciudad, Michael Vidal, en conversación con PilgriMaps, coincide en esta visión:

“Ramla es una ciudad de hospitalidad, un lugar donde las personas de diferentes orígenes y religiones viven y trabajan juntas en armonía.”

Lugar de encuentro

Esa hospitalidad genuina es, quizá, la palabra que mejor define el espíritu de Ramla. Aquí, cuando un peregrino pregunta por una dirección, no le dan solo indicaciones: lo acompañan. Esa actitud no es estrategia turística, es reflejo de una forma de ser.

Pool of Arches

Vidal lo subraya con claridad:

“Tenemos todas las confesiones cristianas aquí: ortodoxos, católicos, coptos… La mezquita, la sinagoga y el monasterio franciscano están en la misma calle. La gente aquí no dice: soy cristiano, soy musulmán, soy judío. La gente dice, soy de Ramla.”

Y sin embargo, esa convivencia no ha sido siempre sencilla. Ramla ha sido, durante siglos, escenario de tensiones y de treguas, de guerras y de reconciliaciones, de exilios y de regresos. De desgarros recientes. Ha albergado cruzados y califas, soldados napoleónicos y exploradores del siglo XIX. Viajeros de todos los tiempos, como el sabio judío Benjamín de Tudela (1163), el teólogo dominico suizo Felix Fabri (1480) o el biblista americano Edward Robinson (1838), la han descrito en sus diarios.

Modern pilgrims on the Way to Jerusalem Courtesy
Peregrinos modernos en el camino a Jerusalén. Cortesía

Fue señorío en la época cruzada y ciudad importante para los omeyas. En sus calles caminaron Napoleón Bonaparte en 1799 y el emperador austríaco Francisco José en 1869, y allí mismo siguen caminando quienes aún hoy trazan su ruta hacia Jerusalén.

Pero hay algo en esta ciudad acogedora que sigue tocando el alma de los peregrinos. En palabras de Ron:

“No importa si eres religioso o no, o a qué religión perteneces. Ir a Jerusalén por este camino es emocionante, es como ir al cielo. Hace que sonrías.”

Tal vez eso sea lo más revelador: incluso quienes no se definen como creyentes experimentan en este trayecto una forma de elevación. Porque el Camino no solo conduce a un destino geográfico, sino también a un umbral interior, hecho de historias compartidas, silencios milenarios y rostros que, como los de Ramla, siguen diciendo: “Bienvenido”.

The Way of Silence: a six-days-long hike from Jaffa to Jerusalem

Entrada también disponible en: English Italiano

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