En medio del azul profundo del Mediterráneo, el archipiélago maltés se alza como una joya de piedra caliza y fe milenaria. Entre sus colinas, acantilados y pueblos amurallados se teje una devoción singular, arraigada en la historia y la identidad del pueblo maltés: la veneración a la Virgen María.
Hoy, esa tradición se recorre a pie, paso a paso, por la ruta Melita Mariana, un itinerario que conecta los principales santuarios marianos de Malta y Gozo, fusionando espiritualidad, patrimonio y paisaje.
Un culto que se remonta a los albores del tiempo
Mucho antes de que las primeras iglesias se alzaran en Malta, las islas ya eran un centro de espiritualidad femenina. Los antiguos templos megalíticos, como los de Ħaġar Qim o Ġgantija, fueron dedicados a deidades femeninas de la fertilidad, divinidades madre que simbolizaban la vida, la protección y la tierra fecunda.
Con la llegada del cristianismo, esa sensibilidad espiritual encontró una continuidad natural en la figura de María, la madre de Jesús, venerada como intercesora, protectora y modelo de amor maternal.
La tradición cristiana en Malta comienza con un episodio casi cinematográfico: el naufragio del apóstol Pablo en la costa maltesa en el año 60 d.C., mientras era llevado prisionero a Roma. Según los Hechos de los Apóstoles, durante su estancia en la isla, Pablo predicó, curó enfermos y sembró las semillas de una comunidad cristiana viva. Junto a él, según algunas tradiciones, se encontraba San Lucas, el evangelista que más resalta la figura de María en los textos sagrados.
En los siglos siguientes, la influencia bizantina consolidó la devoción mariana a través del arte de los iconos y las liturgias orientales. Incluso cuando Malta pasó a formar parte del mundo latino, la Virgen conservó un lugar central en la religiosidad popular.
Episodios clave de la historia maltesa, como el Gran Asedio de 1565 – cuando la Orden de San Juan resistió heroicamente a las fuerzas otomanas – o los devastadores bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, reforzaron esta fe. En ambos casos, muchos malteses atribuyeron su supervivencia a la intercesión de María, lo que profundizó aún más la devoción y multiplicó las iglesias, capillas e imágenes en su honor.
Hoy, con más de 360 iglesias en todo el país, muchas de ellas dedicadas a la Virgen bajo diversas advocaciones, Malta es uno de los lugares del mundo con mayor densidad de templos marianos por kilómetro cuadrado.
La ruta Melita Mariana: historia, paisaje y fe
Nacida del deseo de redescubrir los caminos espirituales de Malta, la ruta Melita Mariana es mucho más que una peregrinación religiosa: es una travesía cultural, histórica y humana. Diseñada para recorrer a pie o en bicicleta, esta ruta de más de 60 kilómetros une santuarios, pueblos y paisajes, desde el puerto pesquero de Marsaxlokk hasta el remoto Santuario de Ta’ Pinu, en la isla de Gozo.
Son tres etapas, las dos primeras en la isla de Malta y la tercera en Gozo. Cada etapa ofrece al viajero una oportunidad para sumergirse en la historia y la espiritualidad local:
Marsaxlokk: En esta encantadora villa costera comienza el viaje. Aquí se encuentra el sitio arqueológico de Tas-Silg, una colina que fue lugar de culto ininterrumpido desde la Edad del Bronce hasta la era bizantina, pasando de diosas paganas a la Virgen María. Muy cerca, la iglesia parroquial dedicada a Nuestra Señora de Pompei acoge hoy a peregrinos modernos.
Rabat y Mdina: En el corazón histórico de la isla, el viajero alcanza el Santuario de Mellieħa, excavado en parte en la roca. Según la tradición, su imagen mariana fue pintada por San Lucas y protegida durante siglos por generaciones de creyentes. Este santuario es uno de los más antiguos de Europa occidental y sigue siendo punto de devoción activa.
Mosta: La monumental Rotonda de Mosta, con su cúpula entre las mayores del mundo, impresiona por su arquitectura y por una historia conmovedora: en 1942, una bomba perforó la cúpula durante una misa con más de 300 fieles y no explotó. El hecho fue interpretado como un milagro y fortaleció aún más el culto mariano.
Gozo – Cruzando el canal que separa ambas islas, la ruta sigue hacia santuarios como Nuestra Señora de Loreto en Ghajnsielem o la Inmaculada Concepción en Qala. El camino culmina en el majestuoso Santuario de Ta’ Pinu, erigido en el lugar donde, en el siglo XIX, una campesina local aseguró haber escuchado la voz de la Virgen. Desde entonces, miles de peregrinos han acudido buscando consuelo, sanación o simplemente un momento de recogimiento en su impresionante nave neorrománica.
Además de los templos, el recorrido está salpicado de ermitas, nichos callejeros y pequeñas capillas que muestran cómo la fe mariana está entretejida con la vida cotidiana del país. Muchas de estas estructuras están documentadas en plataformas como Pilgrimaps.com, que ofrece mapas interactivos y contextos históricos para cada punto de interés.
XirCammini: rescatando caminos, recuperando significados
La revitalización de la ruta Melita Mariana ha sido posible gracias a la labor de XirCammini, una organización maltesa sin ánimo de lucro dedicada a promover el senderismo espiritual. Inspirados en grandes rutas como el Camino de Santiago o la Vía Francígena, sus voluntarios han recuperado y señalizado senderos antiguos, facilitando el acceso a lugares sagrados y promoviendo una forma de turismo más pausado y reflexivo.
XirCammini no se limita a Malta. También ha promovido rutas de peregrinación en otras regiones, incluyendo Sicilia, Irlanda e incluso Inglaterra. En Malta, su proyecto estrella —el Camino Maltés— conecta la isla con el Camino de Santiago a través de una red de trayectos que permiten al peregrino partir desde el Mediterráneo central hacia el norte de España.
Con el apoyo de la Autoridad de Turismo de Malta, XirCammini ha integrado sus caminos en la oferta cultural del país, atrayendo tanto a creyentes como a amantes del patrimonio, caminantes y viajeros en busca de experiencias auténticas.
Un camino para todos
La ruta Melita Mariana es una invitación abierta. No hace falta ser creyente ni tener experiencia previa en peregrinaciones para emprenderla. Basta con el deseo de descubrir una Malta distinta: la de las sendas rurales, los pueblos donde el tiempo parece detenido, los altares escondidos tras cortinas de encaje, las devociones que siguen vivas más allá del turismo convencional.
Caminar esta ruta es reencontrarse con una forma antigua y esencial de viajar. Una que prioriza la contemplación sobre la velocidad, el silencio sobre el ruido, la profundidad sobre la prisa. Es, en última instancia, una manera de volver a lo esencial: caminar, mirar, agradecer.