Se cree que la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén es el lugar donde Jesús fue crucificado y enterrado. Pero entre sus muros yace una curiosa reliquia que nada tiene que ver con la Pasión de Cristo: la «escalera inamovible».
Es una escalera de madera corriente, apoyada en una ventana del segundo piso. Sin embargo, se ha convertido en un símbolo de la compleja y a veces polémica relación entre las confesiones cristianas que comparten la administración de la iglesia.
El origen exacto de la escalera sigue rodeado de misterio. La primera prueba documentada de su presencia se remonta a un grabado de 1728. Algunas versiones sugieren que perteneció a un albañil que la abandonó tras unas reparaciones. Otros afirman que fue colocado allí por una secta cristiana desconocida.
Sea cual sea su origen, la ubicación actual de la escalera es el resultado de un delicado acuerdo de statu quo.
Un equilibrio difícil
Establecido en el siglo XVIII por decreto otomano, el statu quo asigna la propiedad y las responsabilidades de mantenimiento de diversas partes de la iglesia a seis confesiones cristianas: Ortodoxa Griega, Apostólica Armenia, Católica Romana, Ortodoxa Etíope, Ortodoxa Copta y Ortodoxa Siria. Este acuerdo también prohíbe cualquier cambio unilateral dentro de la iglesia.
La escalera representa, pues, este delicado equilibrio de poder. Su retirada por parte de un grupo podría considerarse una usurpación del territorio de otro y por tanto una provocación, lo que podría desencadenar tensiones religiosas; de ahí que nadie haya retirado la escalera desde hace al menos tres siglos.
¿Y quién tiene las llaves del Santo Sepulcro?
Si la presencia aparentemente ilógica de la escalera subraya la singular dinámica de poder en el Santo Sepulcro, no es la única curiosidad. La llave de la entrada principal presenta otro giro curioso. Contrariamente a lo que cabría esperar, está confiada a una familia musulmana, el clan Nusseibeh.
Esta tradición se remonta al siglo XII, cuando Saladino, el gran gobernante musulmán, conquistó Jerusalén. Para garantizar la neutralidad y evitar disputas por el acceso, las llaves se entregaron a esta destacada familia musulmana. Este acuerdo ha perdurado desde entonces, simbolizando un ejemplo de cooperación interreligiosa en la protección de un lugar sagrado cristiano.
La escalera inmóvil es un potente símbolo del complejo entramado de propiedad, tradición y política religiosa que rige el Santo Sepulcro. Aunque su presencia pueda parecer absurda, subraya el delicado equilibrio que durante siglos ha mantenido una paz a veces frágil en este espacio sagrado. La familia musulmana que tiene la llave es otro ejemplo del paisaje religioso de Jerusalén, donde la cooperación y el respeto mutuo, aunque no siempre fáciles, han encontrado la manera de coexistir.
The centuries-old tradition of pilgrimage tattoos in Jerusalem