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El Gran Sitio de Malta: Una peregrinación colectiva de fe y resistencia

El asedio de Malta: Asalto al puesto de los caballeros castellanos, 21 de agosto de 1565 Matteo Pérez D'Aleccio, Dominio público
El asedio de Malta: Asalto al puesto de los caballeros castellanos, 21 de agosto de 1565 Matteo Pérez D'Aleccio, Dominio público

Bajo el implacable sol del Mediterráneo, donde el mar y la piedra han sido testigos de siglos de lucha y gloria, el archipiélago maltés se alzó con valentía en 1565. No fue simplemente un campo de batalla; fue un crisol de fe, una prueba de resistencia donde las espadas chocaban al tiempo que las oraciones se elevaban al cielo. Durante cuatro intensos meses, estas islas se convirtieron en escenario de uno de los asedios más dramáticos de la historia: un momento en que el destino de la cristiandad en el Mediterráneo y en Europa pendía de un hilo.

El Gran Sitio de Malta fue más que un enfrentamiento militar: fue una peregrinación de fe y esperanza, un viaje colectivo donde el coraje y la devoción se transformaron en armas al servicio de una causa justa. Los Caballeros de la Orden de San Juan, junto al pueblo maltés, enfrentaron al imperio más poderoso de su tiempo, el Imperio Otomano, no solo con acero y pólvora, sino con una fe inquebrantable en la protección divina. Su resistencia, contra todo pronóstico, convirtió al archipiélago en un bastión del cristianismo y en guardián de los caminos de peregrinación.

El sitio que cambió el curso de Europa

En el siglo XVI, el Imperio Otomano, bajo el gobierno de Solimán el Magnífico, aspiraba a dominar por completo el Mediterráneo. Tras conquistar Rodas en 1522, sus miras se dirigieron hacia Malta: un enclave estratégico en el corazón del mundo marítimo cristiano.

Para los estrategas otomanos, Malta no era solo un trofeo militar, sino la puerta hacia Roma, el punto desde el cual podrían interrumpir las rutas de peregrinación que surcaban el mar. Durante siglos, estas islas habían sido refugio para los viajeros que se dirigían a Tierra Santa, Roma o Santiago de Compostela. La Orden de San Juan no solo los protegía, sino que garantizaba su paso seguro en un mundo incierto. Si Malta caía, las «autopistas» espirituales de la cristiandad quedarían cortadas y la media luna podría eclipsar para siempre a la cruz en el Mediterráneo.

Great Siege of Malta
El asedio de Malta: Llegada de la flota otomana, 20 de mayo de 1565

El 18 de mayo de 1565, una armada otomana de entre 30.000 y 40.000 soldados desembarcó en las costas maltesas. Frente a ellos, se alzaban apenas unos 8.000 defensores: Caballeros de San Juan, tropas españolas, milicianos malteses y civiles que tomaron las armas sabiendo que rendirse significaba la aniquilación. El asedio comenzó con un ataque feroz contra las fortificaciones de Birgu, Senglea y el Fuerte San Elmo. Rugían los cañones, los muros se derrumbaban, pero entre fuego y sangre, Malta resistió. Y con ella, la cristiandad.

Al frente de la defensa se encontraba Jean Parisot de La Valette, Gran Maestre de la Orden, quien empuñaba no solo la espada, sino también el escudo de la fe. Los defensores se reunían cada día en las iglesias, entrelazando sus oraciones con el estrépito del combate. Cuando la esperanza flaqueaba, se encomendaban a la Virgen María, confiando su destino a su intercesión.

El propio La Valette rezaba con frecuencia ante un antiguo icono milagroso de la Virgen de Damasco (hoy conservado en la iglesia greco-católica de La Valeta), especialmente durante el asedio. De hecho, cuando la victoria fue finalmente alcanzada, el Gran Maestre, camino a una misa de acción de gracias en la iglesia de San Lorenzo en Birgu, se detuvo a orar ante el icono y ofreció su sombrero y su espada como exvoto. Aún hoy se conservan allí, aunque la parroquia griega de Vittoriosa desapareció en 1832. La iglesia greco-católica de La Valeta también alberga otro icono milagroso: el de la Panaghia Eleimonitria (Madre de Dios Misericordiosa).

Y llegó el día del inesperado desenlace.

El 8 de septiembre de 1565 —coincidiendo con la Fiesta de la Natividad de la Virgen María— llegó una flota desde Sicilia con refuerzos. La marea cambió. Las fuerzas otomanas, exhaustas y desmoralizadas, se retiraron derrotadas. La cruz había resistido a la media luna. El mundo cristiano respiró aliviado.

Great Siege of Malta
El asedio de Malta: Huida de los turcos, 13 de septiembre de 1565

Tierra sagrada: Los lugares que sobrevivieron al asedio

Las cicatrices del Gran Sitio siguen grabadas en los muros y calles de Malta. No son meros vestigios de guerra, sino huellas sagradas de fe y resistencia.

Iglesia de Nuestra Señora de las Victorias: La primera piedra de La Valeta

Entre los escombros de la guerra y las brasas de la victoria, la iglesia de Nuestra Señora de las Victorias fue el primer edificio que se alzó en La Valeta: una ofrenda votiva que conmemoraba el fin del sitio. Mandada construir por el Gran Maestre La Valette, se levantó justo en el lugar donde se colocó la piedra fundacional de la nueva ciudad, como símbolo de gratitud espiritual y renacimiento.

Aunque modesta, su significado es profundo: representó el primer paso de reconstrucción de la Orden, consagrado a una figura venerada como protectora en la batalla. Hoy, esta iglesia sigue siendo uno de los rincones más íntimos de La Valeta, recordándonos que la gratitud es el primer acto de resistencia.

El Palacio del Gran Maestre: Fortaleza de espíritu y estrategia

En el corazón de La Valeta, fundada tras el sitio, se alza el Palacio del Gran Maestre, testimonio de la supervivencia de la Orden. Más que sede del poder, fue también un lugar de reflexión, donde los caballeros se preparaban no solo para la guerra, sino para la dimensión espiritual de su misión.

Sus salones, adornados con frescos que narran el sitio, cuentan la historia de la resistencia maltesa. Allí los caballeros aparecen no solo como guerreros, sino como guardianes de los fieles, fortalecidos por una fe que los superaba.

Great Siege of Malta
Fortificaciones de La Valeta durante el Gran Asedio
La Concatedral de San Juan: Monumento de gratitud

Tras la victoria, los caballeros erigieron su iglesia conventual dedicada a San Juan Bautista, hoy la Concatedral de San Juan. No como símbolo de conquista, sino como ofrenda de agradecimiento. En su interior aún resuenan ecos de devoción, y cada año, el 8 de septiembre, el pueblo maltés conmemora su liberación con oración solemne y celebración.

Más que un templo, es un lugar de peregrinación: allí los visitantes caminan entre las tumbas de los caballeros que enfrentaron la tormenta, y cada piedra da testimonio del vínculo entre fe y fortaleza.

La protección de la Virgen: El escudo de Malta en la tormenta

Durante todo el asedio, hubo una presencia constante: la Virgen María. Desde el primer disparo hasta la retirada final de los otomanos, los defensores buscaron su protección. En sus horas más oscuras, ella fue su consuelo.

La coincidencia entre la victoria y la Fiesta de la Natividad de María no fue vista como azar, sino como una señal: la Virgen había velado por ellos. Desde entonces, el 8 de septiembre dejó de ser solo una fecha histórica y se convirtió en día sagrado, prueba de que la fe puede cambiar el curso de la historia.

Our Lady of Victory church, Valletta
Nuestra Señora de las Victorias, La Valeta

Entre las reliquias más veneradas de esta devoción está la Madonna de Filermos, icono que los caballeros trajeron desde Rodas junto con los de Nuestra Señora de Damasco y la Virgen de la Misericordia. Considerada guardiana de la Orden, presidía las capillas donde los caballeros rezaban antes de cada batalla. Su mirada era fuente de fortaleza. Aún hoy simboliza la protección divina.

Cuando Malta fue entregada a Napoleón en 1798, la Panagia Filevremou fue despojada de sus joyas y siguió al Gran Maestre Hompesch al exilio. Actualmente, la Capilla del Santísimo Sacramento acoge otro icono glorioso: la Madonna Caraffa, cubierta de plata, llevada en procesión cada 8 de diciembre. Donada por el prior Fra Girolamo Caraffa, originalmente coronaba un retablo de Mattia Preti. Tras la pérdida del icono de Filermos, fue trasladada a su capilla.

Después de abandonar Malta, el icono fue entregado al zar Pablo I de Rusia. Durante la revolución de 1917 fue confiado a la zarina María Fiódorovna. Más tarde, pasó a manos del rey Alejandro de Yugoslavia, quien lo llevó a Belgrado. Con la invasión alemana en 1941 fue trasladado a Montenegro. Durante la era de Tito fue incautado por la policía y llevado a Belgrado, hasta que el gobierno decidió devolverlo a Montenegro. Hoy se conserva en el Museo Nacional.

El Gran Sitio como peregrinación

El sitio de 1565 fue más que una batalla: fue una prueba espiritual, una peregrinación que no recorrió caminos lejanos, sino que se vivió dentro de los muros de Malta. Un viaje donde la fe y la resistencia caminaron juntas, donde la oración se fundió con el clamor de la guerra.

Para los defensores, cada día fue un paso más en esa odisea espiritual, una marcha imparable hacia la supervivencia. Estuvieron al borde del abismo, y sin embargo, gracias a la fe, resistieron. Su triunfo no fue solo militar: fue la victoria de un pueblo que se negó a arrodillarse, de unos guerreros que empuñaron tanto la espada como la oración.

Hoy, caminar por los lugares históricos del archipiélago maltés es revivir esa peregrinación. Estar dentro de las murallas de La Valeta, tocar las piedras de las iglesias que celebran las victorias de Dios por medio de la Virgen, o arrodillarse en la Concatedral de San Juan, es entrar en el pasado y sentir la presencia de quienes resistieron ante la aniquilación.

En cada Año Jubilar, el legado de Malta como tierra de fe y esperanza permanece intacto. Estas islas, antaño campo de batalla de imperios, son hoy faros de peregrinación. Sus piedras y santuarios nos recuerdan que la verdadera fortaleza no está solo en los muros y las armas, sino en el espíritu firme de quienes creen.

El Gran Sitio no ha terminado. Vive aún—no en la guerra, sino en la memoria, en la devoción, en cada peregrino que pisa las costas de Malta llevando en su interior el mismo fuego que iluminó los días más oscuros.

Este contenido llega a los lectores en colaboración con VisitMalta

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