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María Sabina Suey: la mujer que salvó el Santo Grial durante la Guerra Civil

Entrega del Santo Grial a las autoridades al final de la Guerra Civil Española, 30 de marzo de 1939 Cortesía Asociación El Camino del Santo Grial
Entrega del Santo Grial a las autoridades al final de la Guerra Civil Española, 30 de marzo de 1939 Cortesía Asociación El Camino del Santo Grial

En el corazón de la ciudad de Valencia, entre los ecos del conflicto y el olor del fuego en la década de los 30 del siglo XX, se escribió una historia tan extraordinaria como poco conocida hasta ahora. Es la historia de una mujer, María Sabina Suey Vanaclocha, que, sin pretenderlo, se convirtió en heroína de una de las gestas más insólitas de la Guerra Civil Española: el rescate del Santo Cáliz o Santo Grial, la copa venerada como aquella con la que Jesús celebró la Última Cena.

No es la primera vez en la historia del Santo Grial que personas concretas arriesgan la vida para ponerlo a salvo. Sucedió según la leyenda con el diácono san Lorenzo cuando lo sacó de Roma para ponerlo a salvo en la casa de su familia en Huesca. O, siempre según la tradición, con san Acisclo y su sobrina en la cueva de Yebra de Basa para salvarlo de la invasión musulmana. Pero en el siglo XX, ya no hablamos de leyendas, sino de hechos documentados.

Una reliquia sagrada bajo amenaza

En 1936, con el estallido de la guerra civil, las iglesias fueron cerradas al culto y los templos, convertidos en blanco de saqueos. La Catedral de Valencia, guardiana del Santo Cáliz desde el siglo XV, se hallaba en grave peligro. La copa, que según la tradición había viajado desde Tierra Santa hasta Roma, y de allí a Huesca y Zaragoza, llegó a la ciudad del Turia como don del rey Alfonso el Magnánimo en 1424. Desde entonces, se convirtió en símbolo de devoción y patrimonio espiritual.

Aquel objeto, una copa de piedra con añadidos medievales en oro y piedras preciosas, no era solo una reliquia religiosa: encarnaba siglos de historia, leyenda y fe. Su pérdida hubiera sido irreparable.

Maria Sabina Suey
María Sabina Suey Vanaclocha. Cortesía de El Camino del Santo Grial

El coraje de una mujer

El 21 de julio de 1936, pocas horas antes de que la Catedral fuera asaltada e incendiada, el canónigo Elías Olmos tomó una decisión urgente. Confió el Santo Cáliz a María Sabina Suey, una joven mujer devota que vivía cerca del templo y que había acudido a misa aquella mañana. Consciente del peligro y armada de determinación, Sabina envolvió la reliquia en papel de periódico, la escondió bajo su brazo y salió por una puerta lateral, desapareciendo entre las calles de una ciudad que ardía en tensiones y miedo.

Aquella salida dramática marcó el comienzo de un recorrido clandestino que se convertiría en una de las operaciones de protección patrimonial más notables del conflicto.

El camino oculto del Grial

Sabina llevó la copa a la casa de su madre, María Vanaclocha, en la calle Avellanas, detrás de la catedral. Allí fue ocultada en un doble fondo de un armario, mientras los rumores sobre su desaparición comenzaban a circular.

Después de dos registros en los que milagrosamente no fue encontrado, el Grial fue llevado por Sabina a la casa de su hermano Adolfo, en la calle Pelayo, donde fue escondido entre los muelles de un viejo sofá, todavía conservado por la familia. Sin embargo, los rumores no disminuían y la familia seguía corriendo peligro: se llevó el Cáliz de vuelta a la casa de Sabina, donde se escondió con obras de albañilería en la cocina. Y finalmente se llevó a Carlet, un pequeño pueblo valenciano, donde los Suey tenían una casa en propiedad.

El traslado a Carlet fue nocturno, a pie, y a escondidas. Bernardo Primo, primo de Sabina, y su esposa Lidia llevaron la reliquia en una caja de galletas metida en una cesta. Allí, en la calle Padilla (hoy rebautizada como “del Santo Cáliz”), se ocultó en el hueco de una ventana del piso superior, tapada con bloques y pintada para no levantar sospechas.

Catholic Cathedral of Valencia

Intrigas y peligros

La misión no estuvo exenta de riesgos. La casa de los Suey junto a la catedral fue registrada varias veces. En uno de estos registros, participó el anarquista valenciano José Pellicer, quien encontró la copa pero no dijo nada. Según relatos posteriores, cerró el cajón donde estaba y advirtió a Sabina del peligro. Años más tarde, su esposa confirmaría que aquel gesto fue decisivo para salvar el Cáliz.

Otros episodios envuelven esta historia en un halo de misterio. Es sabido que la Ahnenerbe, la sociedad esotérica fundada por los nazis, buscaba reliquias sagradas desde 1935 por toda Europa. Se dice que anticuarios judíos de Ámsterdam ofrecieron siete millones de pesetas en oro por la reliquia. También se habla de un hidroavión enviado desde Mallorca para evacuarla, aunque no hay pruebas concluyentes sobre estos hechos.

Según documentos revelados recientemente por una investigación de la Dra Ana Mafe, directora del Comité Científico internacional de Estudios sobre el Santo Grial y publicada en The Sunday Times, el propio MI6 británico habría ofrecido a los Suey un salvoconducto para sacarles de España por mar a cambio de la Copa.

Lo que sí es cierto es que, pese a todo, Sabina y su familia decidieron que el cáliz no saldría de Valencia. Su compromiso con la misión que se le había encargado fue inquebrantable.

Valencia, España-23 de febrero de 2025: Detalles arquitectónicos de la Capilla del Santo Cáliz en la Catedral de Valencia
Preciosa capilla gótica de la Catedral de Valencia donde hoy se conserva el Santo Cáliz

Un regreso solemne

En abril de 1939, tras el fin del conflicto, el Santo Cáliz regresó a Valencia, después de que los Suey lo entregaran a la junta de recuperación del Tesoro Artístico Nacional. La Catedral aún no estaba en condiciones de acoger una ceremonia, así que se organizó un acto simbólico en la Lonja de la Seda. Al compás de fragmentos de Parsifal de Wagner, se hizo entrega de la reliquia. Fue un momento casi litúrgico, cargado de emoción, que cerraba un capítulo de valentía silenciosa.

La historia completa fue rescatada décadas después por el historiador José Francisco Ballester-Olmos, en su libro La persecución del Santo Cáliz en la guerra (1936–1939), donde reconstruyó el periplo del cáliz y el coraje de quienes lo protegieron. Gracias a testimonios familiares, cartas y documentos, hoy sabemos que esta gesta, digna de una película de aventuras, fue real.

Legado y camino

La historia de María Sabina no es solo la de una reliquia escondida. Es el reflejo de cómo personas comunes pueden, en circunstancias extraordinarias, convertirse en guardianes de la memoria colectiva. Su gesta conecta con una narrativa más amplia: la del Camino del Santo Grial, un proyecto contemporáneo que busca recuperar las rutas sagradas de Europa.

Este itinerario cultural europeo, actualmente en desarrollo, pretende unir Roma, Nápoles y Valencia, integrando rutas como el Camino de María Magdalena en la Provenza. Así, la acción de una mujer anónima en tiempos de guerra se entrelaza con una red de caminos históricos que dan sentido al patrimonio espiritual del continente.

Porque a veces, la historia no la escriben los reyes ni los guerreros, sino quienes, como María Sabina Suey, deciden arriesgarse para proteger lo que es de todos.

Saint Lawrence and the Legacy of the Holy Grail

Este contenido llega a usted en colaboración con Asociación Internacional El Camino del Santo Grial en Europa

Entrada también disponible en: English Italiano

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